miércoles, 27 de mayo de 2009

El tormento del verano

Todos los años la misma historia. Excesos navideños que se prolongan hasta los tamales del día de la Candelaria (pasando por la Rosca de Reyes) y al final no hay tiempo que alcance para bajar de peso para el verano. Cuando llega el momento de probarse el traje de baño para ir a la playa es cuando pagamos nuestra penitencia. No que yo esté en mi peso ideal, pero aquí tengo algunos consejos que ayudan, si no a bajar milagrosamente, sí a no estar tan pasada de kilos cuando se acerca el momento de ir de vacaciones.
1. Agua, agua, más agua. Aunque el líquido vital per se no te hará bajar de peso, beberlo es clave. Muchas veces la sed se confunde con el hambre, así que si sientes ganas de comer algo, primero tómate uno o dos vasos de agua y espera a ver si con eso quedas satisfecha.
2. Elige alimentos bajos en sodio. Esto te ayudará a no retener los líquidos, a tener una mejor circulación y a sentirte más ligera.
3. Cuenta los carbohidratos. Querer eliminarlos de la dieta puede causar demasiada ansiedad, pero limitarse a menos de 6 al día es una buena opción para controlar el peso.
4. Actívate. No hablo de inscribirte en un gimnasio, porque para eso nunca tenemos ni dinero ni tiempo (¿verdad?). Pero, cuando puedas, sube las escaleras en lugar de utilizar el elevador, camina a un destino que no es tan lejano en lugar de ir en auto, el fin de semana levántate un poco más temprano de lo habitual y da una vuelta trotando a la cuadra o al parque.
5. Come de manera balanceada. Olvídate de remedios como "tomar agua caliente con limón en ayunas", o "tomar avena en agua todas las noches". Ningún alimento tiene cualidades mágicas, pero el cómo los combines sí puede hacer la diferencia. Frutas, verduras y proteínas son básicas en cualquier dieta, son las grasas y los carbohidratos lo que debes cuidar.

lunes, 25 de mayo de 2009

No soy una de esas...

No, no soy una de esas mujeres inconscientes que todavía usan montones de bolsas de plástico en cada visita al supermercado. Soy bastante "hippie" (como dice una amiga cuando uno expresa preocupación por el medio ambiente), y por eso, desde que empezaron a salir las de tela, adquirí varias y siempre las cargo conmigo. Si uno va al súper por lo menos una vez a la semana, y en esa visita utiliza, digamos, cuatro bolsas de plástico, eso da un total de más de doscientas al año, y cada una de ellas tarda ¡mil años! en desintegrarse. Ahora multiplica eso por todas las décadas que se ha estilado esto, considerando cada habitante de la ciudad, del país, del continente... ¿le sigo? Como si lo anterior no fuera razón suficiente para cambiar de inmediato, aquellas hechas de tela son muy cómodas de cargar y además se ven muy lindas. En realidad en nuestro país eso de hacer la compra sin contaminar está muy arraigado, nada más que no nos damos cuenta. Se trata de las bolsas de plástico tejido, esas que se usan para ir al mercado. Les cabe TODO y son tan resistentes que es muy difícil que se rompan, pero ahora también tenemos la opción de las tela, más pequeñas, manejables y estructuradas. Y bueno, sé que esto no es una cuestión de moda, pero cómo se ve algo que una carga es importante, y si eres como yo y no te gusta tener la misma bolsa que todas las demás, ¿qué me dices de estos modelos? Aunque en nuestro país todavía no se comercializan las eco bags de diseños orgiginales, es tan fácil como escoger una tela con un estampado original, ¡y hacer las tuyas! Yo tengo varias distintas: verdes, color crudo, de mezclilla... pero la que en verdad quiero esta, con un diseño del artista japonés Takashi Murakami. ¿No es lindísima?

viernes, 22 de mayo de 2009

La juventud es un estado mental.


Hace poco escribí sobre el conflicto de que a una la llamen señora o señorita. Los comentarios apuntaron acertadamente a que todo está en la actitud. Bueno, pues este post es un homenaje a alguien que tuvo una admirable postura de juventud eterna ante la vida. La de la foto es Maria Amelia (Q.E.P.D.), una señora que inició un blog a la edad de 95 años por una idea de su nieto. Su página tuvo más de millón y medio de visitas en dos años, casi mil seguidores y cada post tenía un promedio de 70 a 90 comentarios. También entró a Facebook y se hizo miembro activo de la red social. Éste me parece un ejemplo perfecto de que nunca es tarde para iniciar algo, por más difícil que parezca. También de que darle valor a las experiencias propias depende primero que nadie de uno mismo. Ejemplos así de inspiradores son los que necesitamos para darnos cuenta que seguir siendo jóvenes depende de nosotras, de la disposición que se tiene ante la vida y de querer subirse al tren de los avances, de la tecnología, de la información. Creo que el secreto está en nunca dejar de actualizarse, pues optar por un encierro seguro y cómodo en nuestro pequeño mundo para un día 2o o 30 años después sentirse irremediablemente limitadas, resulta un altísimo precio a pagar por un confort sin sentido. Si quieren leer lo que escribió la abuela bloguera, den click aquí.

jueves, 21 de mayo de 2009

Pedacitos de la vida


El refrigerador es un electrodoméstico esencial en toda casa. Es uno de los primero elementos que se compran para crear un habitat propio. Sin él no hay comida fresca, y sin eso no se logra un hogar acogedor. Los alimentos que se encuentran en su interior revelan mucho del estilo de vida de una persona o de una familia, pero los elementos que elegimos para exhibir sobre su puerta dicen aún más. Todo lo que hay en un espacio habla de quien vive en él, y los visitantes (consciente o inconscientemente) leen esos objetos para hacerse una idea de nosotros. La apariencia de un frigorífico no queda al márgen de esto. La "fachada" de mi refri siempre ha llamado la atención de las visitas. Seguramente es por tantas palabritas recortadas que invitan a que uno se acerque primero a ver qué son, después a leerlas y por último a armar frases. Que los imanes que decoran la puerta de una nevera hablan más que otro objeto de una casa de las preferencias de los dueños de la misma se puede ejemplificar perfectamente con el mío. Adheridos a su superficie encontramos: palabras (que es con lo que trabajamos mi marido y yo), souvenirs de los viajes que hemos hecho juntos, una foto de nuestro hijo (con una corona magnética que señala claramente que él es el rey de la casa) y las primeras letras con las que está jugando nuestro bebé. Ahí están algunos elementos importantes de nuestra vida (y si leyeran las frases que hemos armado, se enterarían aún de más detalles de nosotros). Me atrevo a asegurar que esto aplica para las puertas de los refrigeradores de todas las familias. Cada una es tan única como sus propietarios. ¿Qué tienes tú decorando tu refri?

martes, 19 de mayo de 2009

A veces estoy así

Y así no se puede trabajar. Y es que hay ocasiones en las que los bebés no se calman a menos que mamá los cargue, y ellos no entienden razones de bomberazos, obligaciones, ni de fechas de entrega. ¿Qué hacer cuando hay que entregar algo urgente y el querubín nada más no se quiere quedar tranquilo? Aquí les comparto algunas soluciones que al menos a mí me han resultado efectivas... Se aceptan sugerencias también.
1) Crearles una zona de juego cerca de donde se trabaja: Yo le saco TODOS sus juguetes y se los pongo juntos frente a mi computadora. Empiezo a jugar con él y cuando ya lo veo entretenido, hago mi graciosa huída. Así lo puedo estar viendo mientras voy avanzando en mi entrega.
2) Hacerlos sentir que ellos también están trabajando. Prestarles un teclado de computadora que ya no sirve o una máquina viejita, y ubicarlos a un lado nuestro es bastante efectivo para entretenerlos. También darles lápices de colores y ponerlos a dibujar a lado suele funcionar.
3) Cuando lo anterior no resulta, la televisión es una solución infalible. Vaya, no creo en sentar a un niño todo el día frente a la tele, pero en una emergencia tampoco se trata de una aberración y es bastante efectivo. En la actualidad existen contenidos especiales para cada edad, por lo cual no sólo no es malo que vean los programas, sino que inclusive aprenden con ellos. Lo que me parece importante recalcar es que si se limitan al mínimo las horas que el niño ve televisión durante el día, en caso de tener que trabajar, esto ni siquiera debería causarnos culpa.

En realidad lo que quieren es atención y no sentirse solos, entonces si de vez en cuando se les da una vuelta, se puede lograr completar el trabajo en episodios. Eso sí, hay que tener claro que NUNCA es posible trabajar tan tranquilamente como en la oficina (generalmente hay que estar pendientes de lo que hacen y estar escuchando un fondo de musical infantil). Pero al menos las mujeres somos multitasking y pacientes, porque nunca me podría imaginar a un hombre haciendo lo que hacemos nosotras.

viernes, 15 de mayo de 2009

Esa horrible sensación...

¿Han tenido la impresión de haber olvidado algo al salir de casa y no saber qué es? Bueno, pues desde que estoy en este nuevo modo de vida, me pasa prácticamente a diario. Todo es cuestión de que me suba al coche para que mi cabeza empiece a dar vueltas con preguntas como: "¿No habré dejado alguna ventana abierta? ¿Traigo conmigo las llaves? ¿Metí las copias de la traducción a mi bolsa (como tuve la intención), o sólo pensé que debía hacerlo y las dejé?". Pero sin temor a equivocarme la peor duda que puede dar vueltas en mi cabeza es: "¿Quité la olla-tetera-etc. de la estufa?". Es la peor porque entonces empiezo a imaginar mi edificio entero en llamas y bueno, como obviamente nunca me ha pasado y en el fondo sé que son paranoias mías, confío en que lo hice, pero lo anterior es sólo para ejemplificar lo difícil que me ha parecido barajear todos los nuevos elementos de la vida. Lo que he optado por hacer de plano es dar una vuelta que yo llamo "de seguridad" antes de salir, cuyo objetivo es revisar esos pequeños detalles para poder ir en paz (y mientras no sea el bebé lo que olvido, ya todo es lo de menos). En verdad me gustaría que, como las teteras, todos los implementos de cocina emitieran un sonido cuando alcanzan cierta temperatura. También que (ya que estamos en el tema de los chiflidos), como en los ochentas, a los llaveros se les pudiera silbar para que entonces produjeran un sonido que ayuda a localizarlos. Es sólo que estos días tengo demasiadas cosas en la cabeza y me siento un poco vulnerable a que mis olvidos me metan en un problema (como ayer que dejé mi cartera ABIERTA sobre un mueble de una tienda cuando el dependiente me pidió que nos moviéramos a otra caja y si no se quedó ahí fue sólo gracias a la amabilidad y honestidad de otro empleado). Si existiera un manual para ser una mujer/profesionista/mamá/ama de casa exitosa, dominar todo a la vez seguramente figuraría como uno de los requisitos. La buena noticia es que con ayuda de ciertas tácticas, poco a poco estoy logrando librarme de esa horrible sensación...

miércoles, 13 de mayo de 2009

Día de junta (o mujer al borde de un ataque de nervios)


Esta no soy yo, pero hagan de cuenta que sí. Ahí les va la historia. El hecho de que trabaje en casa no quiere decir que no deba ir de vez en cuando a una reunión con la gente con la que colaboro. Es entonces cuando las cosas pueden saliir mal. Cita es a las 10 am. Parto de casa poco antes de las 8 (lo cual quiere decir que me levanté a las 6 para bañarme, arreglarme, preparar pañalera, etc.) para ir a dejar a mi bebé con mi suegra y volver a tomar camino. Pero, ¡oh perseguidora Ley de Murphy! ¿Qué hice yo para merecer tu castigo? A pesar de que según yo calculé el tiempo suficiente como para darle esa tremenda vuelta a la ciudad, inclusive 10 minutos más para pasar por gasolina, el tráfico estaba inusualmente pesado y, para colmo de males, al querer abandonar la gasolinería ¡mi coche ya no quiso prender! Era la batería, y aunque me ayudaron a resolverlo relativamente rápido, el percance sumado a lo lento de la circulación vehicular me implicó MEDIA HORA de retraso. Y yo, llame y llame para ver si ya habían empezado, si veían caso en que todavía llegara, si no había perdido sentido toda mi proeza de la mañana. Estando a unas 6 cuadras de las oficinas a las que me dirigía, vi un espacio para estacionarme en la calle y, no queriendo arriesgarme a perder otros 15 minutos en llegar a la ubicación exacta y empezar a buscar lugar, dejé ahí mi coche y me bajé corriendo (qué bueno que no uso tacones). Llegué JUSTO cuando iban a empezar. Quizás les parezca una exageración, pero hay pocas cosas que me ponen tan mal como llegar tarde a algo importante, y siendo la primera reunión para un proyecto, me tenía que pasar. Extraño la rutina, cuando sabía exactamente a qué hora salir y la guardería me quedaba a 5 minutos de la oficina. La logística freelancera me está pareciendo bastante complicada: rutas, lugares, precedimientos y horarios nuevos. Una vez más me consuelo pensando que, eventualmente, me acostumbraré también a esto.

lunes, 11 de mayo de 2009

¡Señorita, por favor!




















Este es el grito desesperado de una mujer que se siente agredida cuando la llaman "Señora". Se trata de una práctica social que resulta ofensiva por el simple hecho de dividir a las mujeres en dos tipos: las jóvenes y las "maduras". No conozco congénere que no se haya deprimido la primera vez que le dijeron "señora" y es que, por absurdo que parezca, si no se ES señora, duele. Lo que nos lleva a la pregunta: ¿qué define el ser señora o señorita?¿El hecho de estar casada, la edad, cómo lucimos, nuestra actitud? Para mí, sí tendría que ser una cuestión de edad, pero no para discriminar a nadie por su apariencia, sino una clasificación tan natural como el distinguir a una niña de una mujer. En otros países la aplicación del concepto es muy simple: señoritas son sólo aquellas menores de 12 años. Después, TODAS son señoras, y eso evita las situaciones incómodas. Lo malo es que en nuestro país el que nos pongan el mote depende del criterio (o la falta de él) del que nos llama así. A mí, con todo y bebé a cuestas, a veces me dicen señorita. A pesar de resultar un evento que no dejo de apreciar como un gesto amabilidad, me da mucha risa. Personalmente y en este punto de mi vida, sí prefiero el "señora". Me parece que ya sea por edad, méritos matrimoniales, de maternidad, o puro sentido común, es un título que se debería asociar al respeto y por lo mismo, un privilegio del que una eventualmente debe disfrutar. ¿O qué opina usted, señora?

viernes, 8 de mayo de 2009

Ir al súper en mi nuevo rol (de ama de casa)













A muchas de mis amigas no les gusta ir al súper. Lo ven como algo aburrido, una tarea que prefieren dejar que haga el chofer o quien les ayude en casa. A mí, he de confesarlo, me encanta. En esto sí que me siento como pez en el agua. Siempre, desde que vivía sola e iba únicamente a comprar unas cuantas cosas, gozaba el momento. Disfruto hacerlo tomándome mi tiempo, recorriendo cada pasillo para asegurarme que no me hace falta nada de ahí y que, si hay un producto nuevo, seguramente lo veré. También me gustaba ver qué llevaban otras personas en su carrito y a partir de eso, hacerme una idea de su estilo de vida. Pero la verdad es que ni los tiempos de crisis, ni esta nueva etapa de mi vida, me permiten realizar las compras como solía hacerlo antes. Hoy mientras estaba en el supermercado me di cuenta que resurtir la alacena se ha vuelto todo un ejercicio mental bastante entretenido. Empieza desde antes de salir de la casa, al hacer la lista y recordar llevar las bolsas ecológicas, y termina hasta el momento de no olvidar sellar el boletito del estacionamiento y tener a la mano cambio para pagar el mismo y dar propina al empacador y al "viene viene". Ya en el súper, voy sumando los precios de lo que llevo, al tiempo que repanso mentalmente la lista que hice en mi teléfono ultra high tech, la cual veo sólo una vez al entrar y otra vez al salir del lugar. (Esto me distingue de las demás señoras que no son tecnologizadas y que llevan su papelito arrugado en la mano). Entre más rápido pueda hacer todo lo anterior, mejor. Así tengo más tiempo para hacer otras cosas fuera de ahí. Aunque parezca tonto, hay que tener en cuenta el orden en que se encuentran distribuídas las cosas en el local para no tener que regresar a la primera estantería cuando uno ya se dirigía a la caja (para eso también está buenísima la aplicación de mi teléfono). Llevo la cuenta mental aproximada de cada artículo que meto al carrito: Frambuesas, 30 pesos, papaya, 21 pesos… llevo 51. Unos pañales, 149… ya son 200. No lo hago de manera exacta, voy redondeando, pero así la sorpresa de la cuenta total no es tan grande y también puedo detectar fácilmente lo que estoy llevando por puro capricho. Hay artículos que son imprescindibles, hay que comprarlos cuesten lo que cuesten, pero otros que en realidad me estaba llevando sólo porque se me atravesaron en el camino y me gustaron. Supongo que de esto se trata ser ama de casa eficiente y ahorradora. Nunca pensé que lo haría y la verdad, esta tarea no me disgusta. Lo único que me falta es cambiar de cadena de supermercado según el día de la semana, para ir aprovechando las ofertas. No sé si lo haga algún día, ya se me hace demasiado. Bueno, eso y verme súper glam como algunas señoras que yo me pregunto, ¿a qué hora se fueron a peinar al salón y en dónde dejaron a sus hijos? Yo no me arreglo como de boda para ir a hacer "el mandado" y mi niño, a su escaso año de edad, ya me está haciendo berrinches porque quiere que le compre algo que vio, haciéndome blanco de las miradas prejuiciosas de los que se encuentran cerca. Así que creo que nunca me veré como una diva en este lugar, pero eso no quita que me guste visitarlo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

La nueva

Cuando mi vida cambió de repente lo único que tuve claro es que no podía quedarme en casa en bata todo el día. El plan de una persona que trabaja en casa cambia totalmente cuando en la escena también hay un niño. Entonces, ¿qué podía hacer, además de ir al súper o visitar a mi familia o a mi suegra? Empezar a experimentar en la cocina era un buen (y necesario) comienzo. Acostumbrada a los platillos de restaurante, mi inspiración está bastante influenciada por ellos... ¿por qué no hacer un pan francés de desayuno? Algo rico, nutritivo y bien presentado, espolvoreado con azúcar, canela y algo de fruta para acompañar... Algo que se viera así:

¿Fácil, no? Pues sí, pero la práctica hace al maestro y yo no tengo nada de experiencia en preparar desayunos. El resultado no fue el que esperaba, pero sí salió muy original. Despistada, inexperta, llámenme como quieran, pero en lugar de ponerle el azúcar y la canela DESPUÉS de pasarlo por la sartén, ¡lo hice antes! Y mi pan francés se veía así:








Un error que sólo podría cometer alguien "nuevo" en la cocina. El pan quedó como caramelizado y no puedo decir que sabía mal (de hecho a mi hijo pareció gustarle mucho), pero sí algo raro de consistencia.

Siguiente actividad: ir al parque con mi bebé. Otra vez, me siento "la nueva". Todas las mamás parecen expertas en esto. Van en grupos numerosos, algunas inclusive llevan perros además del niño (o los niños) y la carriola. Están todas platicando súper a gusto mientras sus hijos juegan. Tienen las carriolas todas juntas, como alineadas en un estacionamiento improvisado de coches de bebés. Yo no puedo empujar el cochecito en el que llevo a mi hijo y sostener mi capuccino frappé light al mismo tiempo (también me di cuenta que existe un accesorio para eso y que otras mamás lo tienen, pero no es mi caso). No encuentro dónde sentarme sin sentir que usurpo un territorio. Mi niño se inquieta, quiere salir a jugar con los demás niños que ya parecen conocerse entre ellos, pero esta mamá es demasiado tímida como para acercarse... Para explicarme mejor, tengo un flashback a la primaria: miedo al rechazo en el patio de la escuela. Así que doy otra torpe vuelta esperando que cuando regrese, ya haya lugar para sentarme...

Clases de estimulación para bebés: Una idea fácil para llenar las horas y tener algo fijo que hacer en la semana. Llego al lugar, se ve bastante inofensivo. Me quito los zapatos, empieza la clase. Todas las señoras se saben las canciones. Cada una parece saber qué hacer cuando empieza o termina una actividad. Platican entre ellas de lo que hicieron el fin de semana, de los avances del desarrollo de sus hijos, de la fiestecita a la que fueron o irán, no escuché bien. Yo pienso, ¿qué hago aquí? ¡Yo no suelo hacer esto! ¡Debería estar trabajando en una oficina, no cantando canciones de ranitas! Quiero llorar... no se siente bien ser "la nueva". Hay muchos protocolos que todavía no me sé. Lo bueno es que el tiempo inevitablemente pasa y una deja de serlo. Y entonces es cuando uno empieza a disfrutarlo (espero).

martes, 5 de mayo de 2009

De entrada por salida

Soy hija de una generación que creció con mensajes encontrados. Nos educaron para ser profesionistas, mujeres sumamente independientes, pero también para ser el pilar de un hogar. Algo así como Barbie (no en balde fui su fan toda mi infancia) en sus distintas presentaciones, pero todo en una sola persona.

Lo malo es que una empieza con esta idea:















Eventualmente pasa esto...



















Y finalmente una termina así...





















Esta muñeca de hecho existe. Es hilarante y terroríficamente parecida a la vida real. Y es que en un escenario como éste, una acomoda las piezas como mejor puede. Pero, ¿qué pasa cuando las circunstancias, sean las que sean, nos orillan a estar en casa siete días a la semana?


Ahora estoy en esa situación. Nunca había vivido algo así. Al poquísimo tiempo de haber salido de la Universidad entré a trabajar. Siendo parte del monstruo corporativo hice mi vida: salí de la casa paterna, me fui a vivir sola, empecé a vivir en pareja, tuve un hijo. De esa manera, hice todo lo correspondiente a ese estilo de vida: en la etapa de soltera iba al súper sólo cuando preparaba una reunión en mi casa, comía en restaurantes todo el tiempo, y cuando nació mi hijo lo llevé a un Centro de Desarrolo Infantil en el que pasaba 10 horas al día. Los trayectos diarios eran aproximadamente de dos a tres horas en total. Las comidas caseras y la convivencia familiar estaban relegadas a los fines de semana. ¿Cocinar? Sólo en ocasiones especiales y los platillos que tenía dominados. El sábado era día de restaurante y el domingo para ir a comer a casa de alguna de las dos familias.

Pero la crisis me alcanzó, pasé a ser parte de las estadísticas del desempleo y me afectó al grado que ahora... resulta que me he convertido en lo que nunca pensé: ¡una ama de casa! Y sí he de decir la verdad, no es tan malo. Una mujer de mi generación crece aterrorizada por el concepto de ama de casa tradicional. Aquella que depende totalmente del hombre de la casa, que no sabe hacer nada más que cuidar de sus hijos y de su hogar (eso sí, de manera casi profesional) y que no tiene ni voz ni voto en nada. Que hace las cosas como las hacía su mamá, que las aprendió de la abuela y así sucesivamente...






















Pero mi generación ya no es así, y yo, ni aunque quisiera. Huérfana de madre desde hace más de diez años, estoy haciendo mi vida doméstica como mejor se me ocurre. Además, mi vida no ha cambiado tanto: sigo trabajando en distintos proyectos como colaboradora independiente y sigo siendo quien soy, nada más que ahora tengo más tiempo libre para estar en casa, hacer cosas dentro de ella y disfrutarla. Eso que siempre lamentaba perderme, ahora por causas de fuerza mayor me veo obligada a disfrutar. Así que digamos que en todas mis actividades estoy "de entrada por salida"... y este blog está dedicado a compartir (con todo el que quiera leerme) mi andar por el laberinto que es este nuevo mundo. Porque he de decir que todo esto puede ser tan austero o glamoroso como uno decida. Y a mí me gusta lo bonito.