miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi segundo hogar



Hace un par de años, por su trabajo, un amigo tomaba vuelos nacionales dos o tres veces a la semana. Me contaba que en esa época, los de seguridad del AICM ya lo saludaban por su nombre cuando lo veían llegar. La cantidad millas que reunió en esa época nunca me la reveló, pero lo que sí me confesó es que, por la frecuencia con la que iba y el tiempo que tenía que pasar ahí, ya sentía la terminal 1 como una segunda casa.
Ojalá me dieran puntos o algún tipo de recompensa por mis frecuente visitas al súper. No sé si será que estoy desorganizada, pero voy prácticamente diario. Cuando creo que adquirí absolutamente todo lo que se necesitaba, y que no regresaré en, al menos, un par de días, llego a casa para encontrar que se acabaron las bolsas de basura... o la leche... o el pan de caja.
Total que siempre tengo que regresar al día siguiente (si no es que más tarde el mismo día), pero aún nadie me saluda por mi nombre. Sentimentalismos aparte, el problema real es que cada que una va, sale con un par de cosas más de las que realmente necesitaba. Esto sucede sobretodo en los establecimientos más grandes, en donde se tiene que cruzar varios departamentos para llegar al objeto de compra. Dicen que para evitar eso es buenísimo el servicio de envío a domicilio, pero no sé, no me siento cómoda con que alguien más escoja mis víveres. Lo único que me queda es tratar de fijarme mejor o recurrir a las tienditas de la esquina.

lunes, 29 de marzo de 2010

Cosas (o "cositas") de la vida



Cuando era niña, a mitad de la barra de caricaturas de la tarde, aparecían unas cápsulas en donde salía una señora vestida como de pastorcita o algo similar, la cual se hacía llamar Cositas. Su nombre respondía al hecho que en pocos minutos ella realizaba una manualidad que supongo que tenía como finalidad entretener a los niños que decidieran hacerla. No sé si yo ya estaría muy grande para que eso me llamara la atención, o si de verdad presentaban actividades poco atractivas, pero nunca causó en mí nada más que aburrimiento.Aunque se trata de una anécdota poco memorable de la infancia, esta referencia se usa entre nuestra generación. Cuando a alguien ha demostrado tener aptitud para armar, decorar, pintar o ingeniarse de alguna manera un objeto original se le pone el mote de "Cositas" .
Siempre me he considerado más que negada para ese tipo de labores. No sé, hasta ahora me había autoclasificado como poco imaginativa y torpe con las manos, además de malhecha. En un punto de mi carrera editorial, caí en una revista de manualidades. Confieso que tuve que salir voluntariamente de la misma no sólo porque el tema no tenía nada que ver conmigo, sino también por miedo a pidieran mi renuncia pues yo era incapaz de redactar un texto explicando el procedimiento con sólo ver una foto o el objeto. Editar tampoco me resultaba sencillo. Me costaba demasiado trabajo seguir las instrucciones mentalmente sin tener la pieza enfrente para descifrar las mismas.
Pensé que me había librado de ese tipo de dilemas para siempre, pero vaya si la vida está llena de sorpresas. Resulta que ahora en las escuelas piden que las mamás fabriquemos con nuestras propias manos infinidad de monerías para los diversos festivales o celebraciones del año. Este famoso comercial demuestra lo que durante generaciones y generaciones han hecho miles de madres (sin ir más lejos, la mía o mi suegra), pasando noches en vela y traspasando cualquier límite creativo o de habilidad manual que nunca imaginaron superar.
Por mi parte, la experiencia ha sido corta pero reveladora. A la fecha apenas he confeccionado un morralito, decoré una canasta y ahora estoy decorando huevitos de Pascua, pero no dejo de soprenderme de los resultados. ¿Será que algún día alguien se referirá a mí como "Toda una Cositas"?

viernes, 26 de marzo de 2010

Hombres trabajando


¡Dentro de mi casa! Les conté que me cambié, lo que no les dije es que la remodelación no estaba terminada aún. Y es que dicen que en estos casos hay un punto en el que, o te mudas, esté como esté la obra, o te puedes pasar años arreglando detallitos que nunca dejan de aparecer y jamás vivirás allí.
Cuando llegamos hace casi dos meses sólo faltaba que terminaran de poner el piso del garage, lo cual era menos desastroso que tener trabajadores DENTRO de la casa. Todo estaba relativamente bajo control, aunque eso implicaba tener material y cascajo en la banqueta y en el recibidor.
Cuando parecía que ya casi, que de una vez por todas se terminaría el polvo, el ruido, etc... se tapó la tubería de un baño y hubo que romper el piso del mismo. Como el material era antiguo, ya no se consigue. Para que no quedara un parche horroroso, había que cambiar el recubrimiento de toda la superficie del suelo. Y ya que estábamos en esas, ¿por qué no poner una tina nueva?
Error. Espero que nunca tengan que romper en sus casas la estructura de una vieja tina. Los martillazos eran tales que una lámpara del antecomedor (que está justo debajo de dicho baño) se desprendió y el techo alrededor de la misma empezó a desmoronarse. Sobre la mesa en la cual trabajo llovían piedritas. Llegué a pensar en usar casco para proteger la integridad de mi persona, pero por suerte no hubo que llegar a tales extremos.
Hoy estamos a un par de días de acabar (¡por fin!) con todo esto, y espero ya no tener ruido, polvo y gente ajena a mi familia en mi casa por un buen tiempo. O hasta que algo más se descomponga...

martes, 23 de marzo de 2010

Educando a Raquel





Una casa implica mucho más trabajo que un departamento. Si bien antes todo marchaba bien en mi pisito con el apoyo de Margarita un par de veces a la semana, en la casa nueva de inmediato se hizo necesario alguien que estuviera ahí todo el tiempo para hacer aquello (que es mucho) que yo no puedo hacer.
Hay quien cree que tener servicio doméstico de planta equivale a poder irse todo el día al salón de belleza o al gimnasio. Sin embargo, cuando se es el chofer, comprador personal, trainer, cheff, valet, publirelacionista y prestadora de demás servicios de lujo de un "rockstar" de 2 años, la verdad es que queda poco tiempo para una. Si a eso le agregamos que es imposible partirse en dos para estar cuando viene el camión de la basura, los del agua embotellada, los del gas, bla, bla, bla, o que una o trabaja por las mañanas o se pone a medio limpiar toda la casa, entenderemos lo necesario que es un par de manos extra siempre cerca.
Por lo anterior llegó Raquel a ayudarme. Al principio le di instrucciones generales, pero con el paso de los días me di cuenta que su conceptos de "sacudir" o "acomodar algo" no son los mismos que los míos. Después de poco más de dos semanas de revisar su trabajo, he pasado por varios estados de ánimo: negación, ira, depresión. Ahora estoy en la de la negociación (o en este caso de capacitación), pues no quiero llegar a la resignación y tener que despedirla.
Así que ahora ando toda la mañana con productos de limpieza en mano enseñándole cómo se hacen las cosas en esta casa. Debo decir que es pesadísimo, pero quiero pensar que, si todo sale bien, en un par de semanas más no tendré que estar dando estos cursos intensivos y podré intentar (una vez más) tomar las riendas de mi vida.

lunes, 22 de marzo de 2010

Qué duro es regresar a la escuela



Y no es que me haya inscrito en un diplomado, ni en ningún tipo de curso. Es que mi hijo entró a maternal. Aunque siempre imaginé que dejar al chiquitín 4 horas para que diera lata en otro lado sería un maravilloso respiro en mi jornada, ha resultado MUCHO más duro de lo que pensaba por más de una razón.
1.- La "levantada". ¿Por qué entran tan temprano al a escuela los niños? (Y eso que todavía no es primaria cuando la campana suena a las 7 en punto). Supongo que sus pequeñas mentes rinden mejor las primeras horas de la mañana, pero eso implica que las pobres mamás nos levantemos entre 5,30 y 6 para: bañarnos, tomar aunque sea un café mientras al mismo tiempo hacemos lunch, preparemos desayuno, alistemos la ropita del niño... y todo lo anterior mientras rogamos que no se despierten, ni antes de que estemos listas para atenderlos, ni después de la hora en la que se nos empieza a hacer tarde. Ahora entiendo por qué a veces hay que recurrir a los "pants-casi-pijama", chanclas y lentes oscuros para ir a dejar al niño a la escuela.
2.- Lograr que desayunen. Vaya, yo nunca "desayunaba" antes de llegar a la oficina porque no tenía hambre ni tiempo para hacerlo. Y por desayuno quiero decir tomar un café y alguna barrita de cereal, porque eso era lo que lograba camuflar entre los papeles de mi escritorio. Ahora resulta que antes de las 8 a.m. hay que tener listo un desayuno balanceado y, lo más difícil, ¡hacer que lo coman! Misión imposible.
3.- El tráfico. No hay peor carga vial en la ciudad que el de entre 8 y 9 a.m. Además es impredecible. Cuando tenía que salir al trabajo lo hacía después de esa hora crítica y llegaba en 25 min en lugar de hacer una hora. Sin embargo, ahora no tengo opción. Debo salir a más tardar 8,30 para asegurar que no le cierren la puerta a mi chiquitín y que todo el esfuerzo matutino haya sido en vano.
4.- Dejarlo. Llámenme madre sobreprotectora, pero después de pasar más de un año con mi hijo pegado a mí como canguro para todos lados, de pronto resulta que el dejarlo me provoca una angustia espantosa. Supongo que ha de ser algo así como el síndrome de abstinencia, no lo sé, lo que sí tengo claro es que es horrible. No importa cuántos besos y abrazos le dé antes de dejarlo dentro de la escuela y ver cómo entra a su salón, a la fecha, casi un mes después de que mi niño empezó a ir a la escuelita, sigo sintiendo que lo dejé a la mitad de la calle y que cuando vaya por él me dirán que él no está ahí. Debe ser algún sentimiento de culpa extraño o esto de que las mamás sentimos que nadie cuidará a nuestro retoñito como nosotras. Sea lo que sea, no puedo esperar a superarlo...

Malviajes aparte, también están los factores: "se me olvidó ponerle ____ (llene el espacio) en la mochila", "No me acordé que hoy tocaba fruta en lugar de sandwich", "No está limpio el uniforme" , "Cómo le quito el carrito que no suelta para nada para que no vaya a perderlo en la escuela y el drama sea aún mayor", etc... Espero dominar pronto este arte, pues aquí no hay justificante médico que me salve.

jueves, 18 de marzo de 2010

Iguales en la diferencia



Hace poco se celebró el Día Internacional de la Mujer. En Twitter y en Facebook no dejé de leer quejas de los hombres que hacían referencia a que no existe una festividad dedicada a ellos.
Vaya, no quiero que me tomen por una especie de feminista radical (porque no lo soy), pero sí me parece importante dedicar un día para recordar y hacer énfasis que la "igualdad" entre géneros no existe, y que es difícil que se alcancen derechos equitativos si no tenemos en cuenta, precisamente, las diferencias. Y cuando digo "un día" no me refiero a que sólo en esa fecha hablemos del tema y lo dejemos así, sino que nos demos un momento para reflexionar que no siempre las mujeres han gozado de las condiciones que tenemos en esta época, de lo que todavía nos falta por lograr y de los principios que idealmente se tendrían que aplicar todo el año.
Si no lo promovemos nosotras mismas, nadie lo hará, así que hago una invitación a que celebremos y revisemos nuestras circunstancias como si todos los días fueran 8 de marzo.