viernes, 30 de abril de 2010

Divertirse como enanos


Hoy es la celebración del Día del Niño en todas las escuelas del país. A pesar de que mi hijo ya parece el protagonista de todos los posts y este blog no es exclusivo para mamás, esta vez sólo lo tomaré como referencia para algo que puede interesar a cualquiera.
La anécdota es la siguiente: el miércoles me avisaron que hoy mi niño debía ir disfrazado (las niñas de hadas, los niños de duendes). Con tan poco tiempo para el día del evento, el hacer el disfraz (o bueno, mandarlo a hacer o pedirle a mi suegra que lo confeccionara) no era una opción. Así que pensé en ir al mercado al buscarlo, ahí había visto miles de puestos de disfraces. Mi plan era ir la mañana del jueves, por la tarde si algo salía mal, y problema resuelto. Con lo que no contaba era con que mi niño amaneciera resfriado, que pasaría gran parte de la mañana mimándolo y que por la tarde tendría que llevarlo al pediatra. Eso me dejó una hora escasa para ir a recorrer (junto con él) todos los puestos para darme cuenta que tenían cientoss de vestidos de hadas, pero que para niño no había nada más que un gorrito de duende navideño.
El visitar al médico tampoco fue sencillo: el tráfico estaba espantoso por lo que tuvimos que invertir toda la tarde en llegar a un consultorio para que me dijera lo que ya había diagnosticado por teléfono: un cuadro de catarro leve. Sin embargo si me empeciné en ir hasta allá fue para que me diera un certificado médico para que lo recibieran en la escuela después de que yo había avisado que estaba enfermo. Hoy por la mañana, cuando ya íbamos en camino y después de una batalla tremenda para vestirlo, darle la medicina, intentar que desayunara algo y subirlo al coche, llegué a preguntarme si de verdad había valido la pena todos los esfuerzos. Al final todavía está muy pequeño y para él todos los días son como de fiesta.
Obtuve mi respuesta en cuanto escuché un "¡WOW!" en la parte trasera del coche mientras nos acercábamos a la puerta del kinder. La decoración del plantel y los disfraces de los niños hacían evidente que era un día de fiesta. Mi hijo se quedó feliz. Entonces entendí lo importante que era que no faltara hoy. Que se diera cuenta que en la escuela (y en la vida) no todo es rutina, trabajos, órdenes y disciplina. Que hay días especiales, más allá de cumpleaños y fines de semana, y que vale la pena hacer un gran alboroto de vez en cuando. Me di cuenta cómo se me había olvidado todo esto al crecer, "volverme adulto", entrar en rutinas controlables y preocuparme sólo por responsabilidades y trabajo. Qué bueno que existen estos duendecillos o enanos (sean hijos, sobrinos o vecinos) para recordarnos que siempre podemos encontrar un pretexto para divertirnos.

miércoles, 28 de abril de 2010

¡Tengo tarea!


¡No,no, no,no,no,no,no!

¡Tengo que hacer tarea!

Esto tiene que ser un sueño... mejor dicho, ¡una PESADILLA!

Ni cuando estudiaba fui buena para eso de trabajar fuera del aula. En segundo de primaria la maestra mandó llamar a mi madre para decirle que, por alguna rebeldía no descifrada, yo había decidido dejar de entregar el trabajo que dejaba diario a todos los niños del salón, y que era la única que no lo llevaba. Mi madre, apenadísima, no supo qué contestar y la maestra le dijo que no se preocupara, que eso no estaba afectando mi rendimiento académico y que mientras fuera así, estaba dispuesta a hacer una excepción conmigo.

No sé si eso fue bueno o malo, pero a lo largo del bachillerato experimenté muchos sobresaltos al enterarme el mismo día del deadline que tenía que haber hecho un ensayo, trabajo de investigación, experimento, etc. del cual nunca me acordé. Cómo logré aprobar tantas materias sin hacer tareas, aún no lo sé.

El caso es que terminada la carrera supuse que ya nunca tendría que preocuparme por hacer labores escolares en casa. Irónicamente el esquema de trabajar de manera independiente siempre me ha funcionado muy bien, pero ahora resulta que además de preocuparme por seguir mi profesión como freelance, ¡tengo que hacer trabajos para el maternal de mi niño!

Ni modo, y según me dicen mis amigas que tienen hijos o sobrinos más grandes, esto va para largo. Así que más me vale disciplinarme como nunca lo hice antes, apurarme (aún más) a terminar mi trabajo, y ponerme a hacer un storyboard y bosquejos de los dibujos (como si en serio supiera dibujar) que acompañarán a la trama del cuentito que me dejaron de tarea. En esa sí ya estuve trabajando anoche y trata de por qué hay que lavarse los dientes.

Spoiler alert (o dicho en español, les cuento el final de la historia): Si no se lavan los dientes, éstos ya no van a querer vivir en su boca.

lunes, 26 de abril de 2010

La culpa no es del lunes...


Sino de quien la toma en su contra. Y no lo digo a la ligera. Me siento con la suficiente autoridad de hacerlo, pues yo solía detestarlos y de pronto algo cambió. Hoy ha sido un lunes plácido. De hecho, ya llevo varios en serie. La fórmula para disfrutar un inicio de semana es sencilla: solamente hay que cambiar la actitud. "Ay sí, ¡nada más!", podría replicarme. A ver si me explico. Hay quien detesta los martes. Yo, ex-odiadora-de-lunes, nunca lo pude entender. Alguna vez un odiador-de-martes me lo explicó: el lunes al menos se tiene fresco el recuerdo del fin de semana, el martes los días de descanso están más lejos que nunca. Jamás lo he experimentado de tal manera, para mí un día más es un día menos (para llegar al fin se semana). El cambio en mi percepción lo generó un tweet en el que alguien se quejaba de que era domingo por la noche. Yo también solía despreciar esa fracción última de los días de descanso, con el pretexto de que cualquier brillo que puedan tener es opacado por la sombra del inminente lunes. Sin embargo, al verlo escrito por alguien más me sonó totalmente absurdo. Qué ganas de amargarse el rato libre restante. Y luego, para volver al pobre lunes más antipático de lo que ya nos resultaba, le ponemos actividades poco agradables, como inicios de dietas o cualquier otra actitud de cambio que no se ha logrado en todo el año (y miren que ya casi es Mayo). Entonces, ¿qué quiero decir con que para disfrutar el lunes solamente hay que cambiar de actitud? Pues que depende de nosotros que sea más agradable, no alucinándolo desde la noche anterior y de ser posible agregándole un factor positivo que sea exclusivo de ese día. Verán cómo cambia la perspectiva. Inténtenlo. Felices "luneses".

miércoles, 21 de abril de 2010

Las cuatro horas más cortas de la historia


Otra vez, me queda sólo media hora para tener que ir a recoger a mi niño. Qué ilusa fui cuando entró a la escuelita e hice tantos planes, pensando que tenía cuatro, CUATRO preciosas horas para hacer "lo que yo quisiera". Me inscribiría al Instituto Italiano para recursar los niveles que fueran necesarios y certificarme en el idioma, haría yoga, meditaría en el jardín, iría a que me hicieran manicure y pedicure, me vería para desayunar con mis amigas, quizás de vez en cuando me daría tiempo de tomar una siesta.
Ja-ja.
Siempre que me doy cuenta que, una vez más, ya "se me acabó el veinte", reviso en qué se me fueron los minutos. Días como ayer, en los que recorro la ciudad tres veces, visito dos oficinas, voy al banco, etc. ni siquiera tengo que hacer memoria, más bien me impresiona que de pronto me sobre un momento para tomarme un café por ahí. Son las mañanas como la de hoy las que se me escurren como agua entre las manos. Entre las vueltas, las llamadas, las entregas, ir al súper, al mercado, cocinar, sacar los pendientes, revisar correos, contestar los mismos, que suena el timbre, que toca la vecina, etc., etc., etc., "mi tiempo" no alcanza prácticamente para nada. De hecho empiezo a preguntarme cómo podría hacer todo esto si trabajara de tiempo completo y lejos de mi casa. En fin, me voy. De los doscientos cuarenta minutos ya sólo me quedan veinte, y me toma al menos quince llegar a mi destino. No puedo esperar a ver en qué se me esfuman las 4 horas que me tocan mañana...

lunes, 19 de abril de 2010

Nos vamos de pinta


O como dicen en España "haremos pellas". En inglés se dice "to skip school" y en francés "faire l'école buissonnière". Cada cultura tiene una manera de nombrarlo porque resulta que todos se nos ha ocurrido en una o en otra ocasión. Son las 9 am de un lunes, mi niño duerme plácidamente, y mientras él debería estar en su escuelita y yo en el coche de regreso en camino al mercado o simil, estoy disfrutando un chai latte light casero frente a mi computadora. Me siento obligada a aclarar que esto no es algo que esté acostumbrada a hacer (ni ahora ni de niña), y que no fue una decisión tomada en mi beneficio. Eso no significa que no lo esté disfrutando. Dormí unos minutos más (quizás cerca de una hora) de lo acostumbrado, me ahorré 4 viajes al kinder y tendré la divertidísima compañía de mi pequeño koala durante todo el día. Sin embargo, los motivos anteriores no fueron los que me hicieron decidir que hoy romperíamos la rutina. Si me rigiera por este tipo de impulsos, nunca lo llevería a la escuela. Lo que sucedió es que el pequeño torbellino ayer se acostó muy tarde por culpa de sus padres que lo llevaron de rumba y no me pareció justo desmañanarlo, apresurarlo, sacarlo al frío de la mañanita para por último amarrarlo en una silla durante 15 minutos, nada más para que su madre sintiera que estaba haciendo "lo que tenía que hacer".
Aquí es donde aprovecho para contar mi trauma infantil. A mí jamás me dejaron quedarme en casa sin motivo justo. No sé si mi madre pecaba de responsable o prefería mandarnos a la escuela sin falta porque permitirle eso a uno de nosotros significaba tener que hacer la misma concesión con los demás en edad escolar ,y eso resultaba en un día con 5 niños revoloteando por ahí. Supongo que esa fue la razón de que mis primeras "pintas" (aunque siempre avisando, qué ñoña soy) fueran ya de adolescente. Pero yo, que sólo tengo uno, que apenas va en maternal, que está tratando de recuperar el sueño que perdió ayer por culpa de sus "irresponsables padres que no le ponen límites", creo que le puedo dar permiso de volarse las clases, o de que, sólo por hoy, "haga la rabona" (Argentina).
No iremos a Chapultepec, tampoco al cine. Si tenemos suerte quizás entre la lista de resposabilidades que esta madre no puede eludir acaso encontremos un ratito para salir al jardín, pero eso sí, saborearemos juntos nuestra travesura. Las actividades de hoy serán inevitablemente divertidas sólo por el hecho de saber que es un lunes de clases para todo el mundo, pero no para nosotros.

miércoles, 14 de abril de 2010

Más bonita que ninguna





No es ningún secreto que el interiorismo y el diseño me apasionan, y que en mis limitadas posibilidades he elegido objetos que me encanta usar y admirar. Lo increíble es que la gente que ha visitado la casa ha elogiado un elemento en particular, y no se trata de un mueble, ni de un accesorio, sino de un electrodoméstico. Así como lo leen, mi batidora ha por demás alabada por encima de cualquier otro componente de este hogar.
No digo que no lo entienda. A los que nos gusta la cocina (expertos o amateurs como yo), sabemos que vale la pena invertir en un buen aparato que tenga múltiples funciones, dure muchos años y, de paso, adorne la cocina. Lo que me parece notable es que un artilugio como éste se haya convertido en el objeto de deseo de las señoras de hoy en día (aunque debo acotar que no fueron exclusivamente mujeres quienes ensalzaron dicho aparato) por encima de muchas otras cosas. ¿No se suponía que a las mujeres nunca se les debía regalar cosas para trabajar en el hogar? Pues yo creo que hoy hablo por la mayoría de nosotras cuando digo que, si se trata de instrumentos de este tipo, nos puede gustar mucho más que una bolsa o un par de botas. ¿O no?

martes, 13 de abril de 2010

Primer martes 13 del año

Si eres supersticiosa, esto te va a interesar. Este primer martes 13 del 2010 es la ocasión perfecta para revisitar este post.

lunes, 12 de abril de 2010

Cómo ser la anfitriona perfecta



¿Qué sigue después de una mudanza? Adivinaron, la "presentación" de la casa. Invitar a los amigos para que conozcan en dónde vivimos ahora, y claro está, también es una excelente oportunidad de empezar los buenos recuerdos en la nueva vivienda. Qué más quisiera uno que "tirar la casa por la ventana", invitar a todo el mundo, etc.
Sin embargo, no es así de fácil. El título de este post no significa que yo vaya a dar lecciones de cómo recibir y hacer sentir bienvenidos a los invitados, sino al título del libro que me gustaría encontrar y leer.
Siempre he pensado que El Manual de Carreño necesita que alguien le haga una versión actualizada. Aunque es cierto que hay conductas básicas de comportamiento social, quedan otras que son como una raya pintada en el agua. Para cuestiones como saber cómo poner la mesa, qué cristalería se utiliza en cada ocasión, etc. siempre hay a dónde recurrir. ¿Pero cómo decidir a quién invitar primero, por ejemplo? Los integrantes de ambas familias inevitablemente serán los que tengan la exclusiva, habrá quien por casualidad llegue antes que los demás, pero después vienen los reclamos. "¡¿Y a mí por qué no me has invitado?!"
Llevamos dos meses aquí, pero tuve como 6 semanas de obra. Apenas el fin de semana pasado le hice una fiesta de cumpleaños a mi marido con SUS amigos. Entonces empecé a recibir reclamos de mis amigas por no haber sido invitadas. Además durante toda la reunión estuve preocupada por infinidad de detalles. Entonces de verdad me gustaría tener un manual de la Anfitriona Perfecta, para seguir reglas al pie de la letra y quitarme de culpas. Se aceptan sugerencias.

miércoles, 7 de abril de 2010

Cuidado con la seño


Siempre me ha parecido comiquísimo que retraten a las señoras enojadas con un rodillo en la mano. Resultaría más natural que un ama de casa utilizara como arma de intimidación un cucharón o de plano un cuchillo (esos instrumentos se usan con más frecuencia en la cocina), pero por alguna razón se eligió esa herramienta alargada de madera para infundir temor entre los que osen hacer enojar a una desperate housewife.
Bueno, pues hoy quisiera que en alguno de mis cajones hubiera uno de esos bártulos. No que le fuera a dar uso golpeando la cabeza de alguien, tampoco pretendo extender ningún tipo de masa. Vaya, ni siquiera amenazaría a nadie. Solamente sería un experimento para ver qué tanto me hago respetar portando semejante utensilio como accesorio. Y es que si existe un halo de frustración en torno del concepto de ama de casa, es porque son demasiados los pendientes y cosas por resolver dependiendo de gente informal (léase repartidores, electricistas, plomeros y un largo etcétera de prestadores de servicios domésticos).
A nuestra generación súmenle además el tratar de resolver todo eso de manera "profesional". Acostumbradas a ser ordenadas y competentes en nuestras carreras, queremos llegar a aplicar los mismos criterios y procedimientos en la vida hogareña, y ahora me doy cuenta que es algo bastante ingenuo de nuestra parte. Me parece que lo único que nos resta es prevenir por triplicado y tener mucha paciencia. Y por si acaso, de todos modos voy a ir a comprar un rodillo...

lunes, 5 de abril de 2010

Mi primera vez o Me siento como recién casada



Estoy a punto de cumplir 4 años de vivir en pareja. Tengo un niño de 2 años. No obstante lo anterior, y a pesar de llevar ya 14 meses trabajando desde casa y cuidando a mi hijo 24/7, muchos asuntos domésticos todavía son nuevos y misteriosos para mí.
Creo que esto otra vez tiene mucho que ver con habernos mudado a una casa. Mis usos y costumbres se han distanciado radicalmente de aquellos del año pasado (y no se diga de los anteriores). Llegué a pensar que el 2009 me lo había tomado de manera inconsciente como un impasse voluntario con el pretexto de la mudanza que resultó tardarse más de lo que esperábamos.
Ahora me doy cuenta que no fue mi elección, sino que estaba limitada en muchos aspectos, como que la "estufa" constaba sólo de dos hornillas, y éstas eran eléctricas. No tenía horno de gas, ni tanto espacio para guardar utensilios, entre muchos factores...
Mi nueva cocina me ha abierto un nuevo abanico de posibilidades en cuanto a la preparación de alimentos, y esto me ha llevado a usar artefactos (a los cuales ya dedicaré otro post) nuevos y a buscar más opciones para comprar víveres.
Así es como fui al mercado de Coyoacán "por primera vez". Evidentemente había ido ya en muchas ocasiones en mi vida, acompañando a mi madre o a comprar alguna cháchara, pero nunca a comprar víveres para MI casa.
Me soprendió la habilidad que tienen los vendedores para hacer cuentas, lo moderno de sus básculas, y su naturalidad para halagar constantemente a las marchantas.
Disfruté muchísimo la delicia de tener tantas opciones a la mano, y al mismo tiempo me di cuenta que me falta mucho por aprender. Hasta para comprar en el mercado hay que saber cómo pedir las cosas. Eso es algo que no se estila en el súper. Ahora sé que un kilo de mangos son apenas tres, que frijol hay de varios tipos y que el arroz puede ser "chico" o "grande".
Supongo que cada visita será una nueva sorpresa, hasta que se vuelva algo cotidiano y quizás hasta fastidioso, pero nunca olvidaré mi primera vez...

viernes, 2 de abril de 2010

¿A dónde se fueron las vacaciones?




Pensé que sabía lo que significaban las vacaciones: descanso, olvidarse del trabajo, de cualquier tipo de obligación, salir de la cama a la hora que se antoje, y en ocasiones el concepto también comprendía cambio de locación.
Bueno, pues últimamente pareciera que la vida me está enseñando a reconsiderar todos los conceptos que creí que tenía claros y aprendidos.
Si bien mi marido y yo nunca hemos sido partidarios de salir de la ciudad en Semana Santa por razones obvias, admito que en esta ocasión quizás no hubiera sido tan malo. Por lo menos eso hubiera supuesto al menos UNA de las características que conlleva la temporada de asueto.
Ya tengo claro que con un hijo una se puede olvidar para siempre de levantarse tarde o de tener cualquier tipo de descanso mientras él esté despierto. Lo que no sabía es que trabajando como freelance no existen los días feriados, y que eso, junto con el hecho de tener que cuidar y entretener al niño todo el día porque no hay clases, se traduce en trabajar por las noches, cuando el agotamiento se está apoderando del cuerpo y de la mente.
Además quedarse en casa todo el día representa más tiradero, ahora que Raquel renunció (así como lo leen, ¡renunció!) y que Margarita se tomó unos días de descanso.
Entonces, si no me voy a olvidar de las entregas de textos y traducciones, voy a tener más trabajo doméstico y no voy a cambiar de escenario, prefiero que no haya vacaciones... Y no quiero ni pensarlo, pero ahí vienen las del verano...