miércoles, 11 de enero de 2012

El orden del caos


No me da pena admitir que nunca he sido ordenada. Algún tipo de mito dicta que todas las housewives deben serlo, pero tengo la convicción de que con eso se nace, y yo no nací así. Sospecho que es un hábito que en ciertos casos se puede inculcar, pero mi madre no era una control freak (no para eso), aunque sí tenía la habilidad de saber siempre en dónde estaba algo (en una casa habitada por ocho personas).

Hasta antes de ser ama de casa, siempre había tenido todo bajo control: mi ropa y accesorios perfectamente localizados (en alguna época hasta tuve mi guardarropa acomodada por colores), libros y discos clasificados, mi escritorio de la oficina relativamente estructurado, y era eso y poco más lo que debía mantener organizado.

Sin embargo, cuando nació mi primer hijo me empecé a perder entre los objetos, y yo culpaba al espacio el cual, argumentaba, era apenas suficiente para dos personas y que se estaba estirando para albergar a tres (y en donde el recién llegado habiendo traído con él más tiliches que las pertenencias de sus dos padres juntos). Las cosas se instalaban en montoncitos por todos lados y así, ¿quién podía seguirles la pista?

El pretexto de la falta de cajones para mantener nuestras posesiones bien guardaditas y ubicadas se me terminó cuando nos mudamos una casa que, literal, nos queda grande. Y ahora todo se ve muy recogidito, sí, porque (todavía) hay espacio en los clósets, el reto es acordarse en dónde está algo. Además, desde que me volví una persona de movilidad reducida (con el embarazo), tuve menos capacidad física de estar arreglando repisas y ahora, con el pequeño aquí, lo que me falta es tiempo y lo que me sobra son cosas que brotan por doquier de manera caótica.

Creo que es normal. Las pertenencias a las que debo seguirle la pista son ahora de cuatro personas, no sólo de una, y una casa requiere más cachivaches que un escritorio de oficina o que un departamento. ¿O serán puros pretextos y de plano esto de tener todo acomodado no se me da? Porque no importa cuántas veces descombre un cajón, en un tiempo volverá a estar igual, o peor que antes. Ay, cómo temo escuchar de boca de mi marido (o de la mía incluso) un: "¿En dónde estará el --- ?".

Cada que abro una alacena, un clóset, un armario, siento que se me vienen las cosas encima. Además tengo extraviadas algunas prendas y otros artículos de primera necesidad y simplemente no puedo creer que esto suceda. La casa es grande, pero no es para tanto. ¿O serán que se fueron al lugar al que huyen los calcetines?

Esto me ha llevado a hacer lo que se conoce como "decluttering", muy sano para el espacio y para el alma. Es impresionante cuánta cosa guarda uno (a veces hasta basura) en pos de la nostalgia. Papeles, boletitos, latas caducas, ropa vieja que hace siglos no usamos, todo por falta de tiempo para revisar, porque nos recuerdan otra época, o por miedo a necesitarlo más adelante. Así que ahora la consigna será "a la basura sin piedad" y a ver si así logro deshacer esta maraña que me está ganando la batalla.