miércoles, 20 de junio de 2012

No se olvide de sonreir entre las contracciones



Ah, el parto. Cuántas maneras de nacer, cuántas anécdotas alrededor del tema. Hablar de un nacimiento siempre resulta interesante: no hay una historia igual que otra y son momentos de tanta presencia que hasta al más burdo narrador le sale una crónica fascinante. O quizás es mi cursilería de madre, pero así lo he llegado a percibir.

El embarazo y el parto, así como los recién nacidos, son algo tan precioso en toda la extensión de la palabra, que dan ganas de congelar el tiempo, las sensaciones y los recuerdos. Entonces nos engolosinamos con las cámaras: las de foto y las de video por igual. Cada vez es más sencillo. Basta con alcanzar el teléfono móvil para capturar un momento irrepetible.

El único problema es que, ni las cámaras son tan buenas, ni nosotros tan diestros como para sacar tomas únicas. La mayoría no somos tan exigentes con eso, pero hay quien no acepta menos que una foto profesional para registrar los momentos más importantes de la vida. Por eso ahora está empezando una moda de llevar a un fotógrafo al parto. Lo leí aquí y la verdad no me sorprendió tanto. Como dice en alguna parte del texto, hay una creciente necesidad por documentar la vida con imágenes dignas de una revista (y, esto lo agrego yo, por llevar así la vida en general). Si bien el resultado pudiera ser precioso y, como en los eventos más importantes de la vida, es mejor dejar esos detalles a alguien más, personalmente opto por las imágenes amateur y eventualmente recurro a aquellas que se quedaron en la memoria. No hay instantánea que se compare a vivir el momento.