miércoles, 18 de marzo de 2009

De entrada por salida

Soy hija de una generación que creció con mensajes encontrados. Nos educaron para ser profesionistas, mujeres sumamente independientes, pero también para ser el pilar de un hogar. Algo así como Barbie (no en balde fui su fan toda mi infancia) en sus distintas presentaciones, pero todo en una sola persona.

Lo malo es que una empieza con esta idea:



















Eventualmente pasa esto...






















Y finalmente una termina viéndose así...















Esta muñeca de hecho existe. Es hilarante y terroríficamente parecida a la vida real. Cambia de zapatos, peinado, expresión (al igual que la de su bebé) según la situación (trae una cabeza extra como accesorio). Y es que en un escenario como éste, una acomoda las piezas como mejor puede. Pero, ¿qué pasa cuando las circunstancias, sean cuales sean, nos orillan a estar en casa siete días a la semana?


Ahora estoy en ese caso. Nunca había vivido algo así. Al poquísimo tiempo de haber salido de la Universidad entré a trabajar. Siendo parte del monstruo corporativo hice mi vida: salí de la casa paterna, me fui a vivir sola, empecé a vivir en pareja, tuve un hijo. De esa manera, actué acorde a ese estilo de vida: en la etapa de soltera iba al súper sólo cuando preparaba una reunión en mi casa, comía en restaurantes todo el tiempo, y cuando nació mi hijo lo llevé a un Centro de Desarrolo Infantil en el que pasaba 10 horas al día. Los trayectos diarios en auto eran aproximadamente de dos a tres horas en total. Las comidas caseras y la convivencia familiar estaban relegadas a los fines de semana. ¿Cocinar? Sólo en ocasiones especiales y los platillos que tenía dominados. El sábado era día de restaurante y el domingo para ir a comer a casa de alguna de las dos familias.

De pronto, la crisis de la que tanto se ha hablado, me alcanzó. Pasé a ser parte de las estadísticas, una más en las filas del desempleo, y me afectó al grado que ahora... resulta que me he convertido en lo que nunca pensé: ¡una ama de casa! Y si he de decir la verdad, no es tan malo. Una mujer de mi generación vive aterrorizada por el concepto de ama de casa tradicional. Aquella que depende totalmente del hombre de la casa, que no sabe hacer nada más que cuidar de sus hijos y de su hogar (eso sí, de manera casi profesional) y que no tiene ni voz ni voto en nada. Que hace las cosas como las hacía su mamá, que las aprendió de la abuela y así sucesivamente...



Pero mi generación ya no es así, y yo, ni aunque quisiera. Huérfana de madre desde hace más de diez años, estoy haciendo la vida doméstica como mejor se me ocurre. Aparte de eso, yo, yo, no he cambiado tanto: sigo trabajando en distintos proyectos como colaboradora independiente y sigo siendo quien soy, nada más que ahora tengo más tiempo libre para estar en casa, hacer cosas dentro de ella y disfrutar del ámbito familiar. Eso que siempre lamentaba perderme, ahora por causas de fuerza mayor me veo obligada a disfrutar. Así que digamos que en todas mis actividades estoy "de entrada por salida"... y este blog está dedicado a compartir (con todo el que quiera leerme) mi andar por el laberinto que es este nuevo mundo. Porque he de decir que todo esto puede ser tan austero o glamoroso como uno decida. Y a mí me gusta lo bonito.

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