miércoles, 18 de marzo de 2009

Ir al súper en mi nuevo rol (de señora/ama de casa)



A muchas de mis amigas no les gusta ir al súper. Lo ven como algo aburrido, y siempre encuentran pretexto para mandar al chofer. A mí, he de confesarlo, me encanta (y qué bueno, porque yo no tengo a quién mandar). En esto sí que me siento como pez en el agua (seguramente porque se trata de comprar, y eso, me encanta). Siempre, desde que vivía sola e iba sólo por unas cuantas cosas, gozaba el momento. Me gustaba hacerlo tomándome mi tiempo, recorriendo cada pasillo para asegurarme que no me hacía falta nada de ahí y que, de haber un producto nuevo, seguramente lo vería. También me gustaba ver qué llevaban otras personas en su carrito y a partir de eso, hacerme una idea de ellos.

Ejemplo del carrito de un soltero que va a tener una fiesta:



Pero la verdad es que ni los tiempos de crisis, ni esta nueva etapa de mi vida, me permiten hacer las compras como solía hacerlas antes. Hoy mientras estaba en el supermercado me di cuenta que esta práctica se me ha convertido en todo un ejercicio mental el resurtir la alacena. Al tiempo que voy sumando los precios de lo que llevo, estoy repansando mentalmente la lista que hice en mi celular, la cual veo sólo una vez al entrar y otra vez al salir del lugar (Esto me diferencia de las demás señoras que no son tecnologizadas y que llevan su papelito arrugado en la mano). Entre más rápido pueda hacer todo lo anterior, mejor. Así tengo más tiempo para hacer otras cosas y mi hijo no se desespera de estar en el carrito. Aunque parezca una tontería, hay que tener en cuenta el orden en que se encuentran distribuídas las cosas en el local, para no tener que regresar a la primera estantería cuando uno ya se dirigía a la caja (más cuando se trata de un supermercado grande). Llevo la cuenta aproximada de cada artículo que meto al carrito: Frambuesas, 30 pesos, papaya, 21 pesos… llevo 51. Unos pañales, 149… ya son 200. No lo hago de manera exacta, voy redondeando, pero así la sorpresa de la cuenta total no es tan grande y también puedo detectar fácilmente lo que estoy llevando por puro capricho. Hay artículos que son imprescindibles, hay que comprarlos cuesten lo que cuesten, pero otros que en realidad me estaba llevando sólo porque se me atravesaron en el camino y me gustaron. Supongo que de esto se trata ser ama de casa eficiente y ahorradora. Nunca pensé que lo haría y la verdad, hasta es divertido. Lo único que me falta es cambiar de cadena de supermercado según el día, para ir aprovechando las ofertas. No sé si lo haga algún día, ya se me hace demasiado. Bueno, eso y verme súper glam como algunas señoras que yo me pregunto, ¿a qué hora se fueron a peinar al salón y en dónde dejaron a sus hijos? Yo no me arreglo como de boda para ir a hacer "el mandado" y mi niño, a su escaso año de edad, ya me está haciendo berrinches porque quiere que le compre algo que vio, haciéndome el blanco de varias miradas reprobadoras. Así que creo que nunca me veré como una diva en este lugar.

Les dejo una foto de su servidora en dicho recinto, en la sección de endulcorantes. (Debe estar prohibido tomar fotos ahí dentro, así que la considero toda una joyita.)


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