lunes, 3 de agosto de 2009

La felicidad del hogar




No es gratuito que se le haya apodado así a la ayuda doméstica. En verdad que las personas que nos apoyan en casa son una bendición. Como ya he comentado en otro momento, uno puede estar TODO el día lavando trastes, recogiendo tiliches, preparando alimentos, y el trabajo NUNCA estará terminado. Porque además de lo anterior, para que una casa esté limpia, hay que sacudir, trapear, limpiar baños, lavar ropa, etc, y (falta de experiencia aparte) ¿a qué hora se supone que lo hagamos si además queremos pasar tiempo con los niños y tenemos entregas laborales? Así que sin duda es una fortuna contar con ellas. La señora que me ayuda se llama Margarita y nunca deja de sorprenderme lo bien y lo rápido que hace las cosas. En 4 horas deja la casa prístina, y además es una persona de toda mi confianza, al grado que tiene llaves de la casa. El sábado faltó y cómo la extrañamos. Eso me inspiró a escribir este post, el cual le dedico a todas esas fantásticas mujeres como Margarita (y Berta en casa de mi papá) que hacen nuestra existencia menos compleja. En otros países, las asistentes del hogar cobran por hora y como profesionistas. Así que tengamos eso en cuenta al tratarlas y pagarles: tenemos mucha suerte de poder contar con ellas.

4 comentarios:

  1. Bendita Margarita, yo la tengo los viernes!

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  2. sí bendita Margarita, pero luego se vuelven un horror. No hay que dejarles el espacio para ser tan creativas. Tere lleva trabajando en mi casa más de 10 años, y luego no sé donde guarda algo que tenía muy a la mano y odio tener que hablarle para preguntarle y luego resulte que no se acuerda.
    Hay otras que hay que andar vigilando para que no le bajen a su apreciado esmero en tener tu casa prístina, pero sin duda, sí son una alegría para tu hogar.

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  3. Me pasa lo mismo con Margarita... cada sáb -un día después d q hac el aseo en mi casa- tengo q llamarla a preguntarle dónd está tal vaina o tal otra...

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  4. Yo tuve a Carmen, ¡Bendita Carmen! desde los dos años veló por mi y por todos mis compañeros (mamá, papá, hermana), viendo desde la madrugada que todo estuviera listo para que yo me fuera a la escuela-universidad-trabajo, hasta estar segura a altas horas de la noche de que había cenado bien.
    Ahora tengo a Juana, y debo decir que hay días que preferiría no tenerla, porque aunque rápida, es muy mal hecha, pero en el pueblo en el que ahora vivo no hay nada mejor.
    Estoy en labor de convencer a Carmen de que se vaya conmigo... porque sí, ella es la felicidad de mi hogar.

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