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martes, 25 de mayo de 2010

Enamorada



Si, como dicen por ahí, el amor a los hombres les entra por los ojos, ahora entiendo por qué a las flores se les ha comparado con las mujeres.
Y es que, he de confesarlo, me siento como un superficial varón ante la apariencia física: estoy perdidamente enamorada de la belleza de las flores.
Nardos, Casablancas, Azucenas... Me he vuelto dependiente de su aroma. Disfruto muchísimo ver cómo van abriendo las puntas de las Estrellas de Belén conforme pasan los días, y me parece un crímen que las Margaritas se deshojen en aras de conseguir respuesta acerca de un amor incierto.
Siempre pensé que estas últimas eran exclusivamente blancas. Ahora sé que, como las Gerberas (que son las mismas, sólo que más grandes), se encuentran una gran variedad de colores. Las verdes me tienen fascinada.
Intentar saberse los nombres de todas ellas es un reto mayor, y más cuando nadie conoce la nomenclatura científica (esperar semejante cosa sería absurdo) y se denominan de distintas formas, dependiendo de la región o del país. He notado, por ejemplo, que a las Lilis les llaman según su color (a las rojas se les conoce como Acapulco), que las Astromelias son conocidas en otro lados como Lirios peruanos, y que a las Bocas de dragón o Dragonaria, en nuestro folclórico país se conocen como "Perritos".
Las que me quitan el sueño desde ayer que las vi al pasar en el mercado son la Flor de ajo y la de Alcachofa. Su precio me hizo pensármelo dos veces, pero creo que el fin de semana iré a buscar un par de ellas.
Lo único lamentable de mi nuevo vicio es que las uso y las desecho, tal como lo hacen los machos de los que habla Manzanero en su bolero Cómo duele, que "ven una flor y les da por arrancarla".
Por eso estoy considerando tener algunas en maceta (aunque la verdad es que jamás he logrado mantener con vida una planta). El sábado no me pude resistir y compré un Jacinto acuático, pues fue un flechazo a primera vista. Hasta ahora parece que voy bien y si llego a tener un "pulgar verde" como con el que nació mi marido, quién sabe, quizás hasta llegue a ayudar con el cuidado del jardín. Como sea, ahora tengo una aspiración más en la vida: llegar a ser florista, aunque sea de mi propia casa.

lunes, 19 de abril de 2010

Nos vamos de pinta


O como dicen en España "haremos pellas". En inglés se dice "to skip school" y en francés "faire l'école buissonnière". Cada cultura tiene una manera de nombrarlo porque resulta que todos se nos ha ocurrido en una o en otra ocasión. Son las 9 am de un lunes, mi niño duerme plácidamente, y mientras él debería estar en su escuelita y yo en el coche de regreso en camino al mercado o simil, estoy disfrutando un chai latte light casero frente a mi computadora. Me siento obligada a aclarar que esto no es algo que esté acostumbrada a hacer (ni ahora ni de niña), y que no fue una decisión tomada en mi beneficio. Eso no significa que no lo esté disfrutando. Dormí unos minutos más (quizás cerca de una hora) de lo acostumbrado, me ahorré 4 viajes al kinder y tendré la divertidísima compañía de mi pequeño koala durante todo el día. Sin embargo, los motivos anteriores no fueron los que me hicieron decidir que hoy romperíamos la rutina. Si me rigiera por este tipo de impulsos, nunca lo llevería a la escuela. Lo que sucedió es que el pequeño torbellino ayer se acostó muy tarde por culpa de sus padres que lo llevaron de rumba y no me pareció justo desmañanarlo, apresurarlo, sacarlo al frío de la mañanita para por último amarrarlo en una silla durante 15 minutos, nada más para que su madre sintiera que estaba haciendo "lo que tenía que hacer".
Aquí es donde aprovecho para contar mi trauma infantil. A mí jamás me dejaron quedarme en casa sin motivo justo. No sé si mi madre pecaba de responsable o prefería mandarnos a la escuela sin falta porque permitirle eso a uno de nosotros significaba tener que hacer la misma concesión con los demás en edad escolar ,y eso resultaba en un día con 5 niños revoloteando por ahí. Supongo que esa fue la razón de que mis primeras "pintas" (aunque siempre avisando, qué ñoña soy) fueran ya de adolescente. Pero yo, que sólo tengo uno, que apenas va en maternal, que está tratando de recuperar el sueño que perdió ayer por culpa de sus "irresponsables padres que no le ponen límites", creo que le puedo dar permiso de volarse las clases, o de que, sólo por hoy, "haga la rabona" (Argentina).
No iremos a Chapultepec, tampoco al cine. Si tenemos suerte quizás entre la lista de resposabilidades que esta madre no puede eludir acaso encontremos un ratito para salir al jardín, pero eso sí, saborearemos juntos nuestra travesura. Las actividades de hoy serán inevitablemente divertidas sólo por el hecho de saber que es un lunes de clases para todo el mundo, pero no para nosotros.

miércoles, 14 de abril de 2010

Más bonita que ninguna





No es ningún secreto que el interiorismo y el diseño me apasionan, y que en mis limitadas posibilidades he elegido objetos que me encanta usar y admirar. Lo increíble es que la gente que ha visitado la casa ha elogiado un elemento en particular, y no se trata de un mueble, ni de un accesorio, sino de un electrodoméstico. Así como lo leen, mi batidora ha por demás alabada por encima de cualquier otro componente de este hogar.
No digo que no lo entienda. A los que nos gusta la cocina (expertos o amateurs como yo), sabemos que vale la pena invertir en un buen aparato que tenga múltiples funciones, dure muchos años y, de paso, adorne la cocina. Lo que me parece notable es que un artilugio como éste se haya convertido en el objeto de deseo de las señoras de hoy en día (aunque debo acotar que no fueron exclusivamente mujeres quienes ensalzaron dicho aparato) por encima de muchas otras cosas. ¿No se suponía que a las mujeres nunca se les debía regalar cosas para trabajar en el hogar? Pues yo creo que hoy hablo por la mayoría de nosotras cuando digo que, si se trata de instrumentos de este tipo, nos puede gustar mucho más que una bolsa o un par de botas. ¿O no?

lunes, 5 de abril de 2010

Mi primera vez o Me siento como recién casada



Estoy a punto de cumplir 4 años de vivir en pareja. Tengo un niño de 2 años. No obstante lo anterior, y a pesar de llevar ya 14 meses trabajando desde casa y cuidando a mi hijo 24/7, muchos asuntos domésticos todavía son nuevos y misteriosos para mí.
Creo que esto otra vez tiene mucho que ver con habernos mudado a una casa. Mis usos y costumbres se han distanciado radicalmente de aquellos del año pasado (y no se diga de los anteriores). Llegué a pensar que el 2009 me lo había tomado de manera inconsciente como un impasse voluntario con el pretexto de la mudanza que resultó tardarse más de lo que esperábamos.
Ahora me doy cuenta que no fue mi elección, sino que estaba limitada en muchos aspectos, como que la "estufa" constaba sólo de dos hornillas, y éstas eran eléctricas. No tenía horno de gas, ni tanto espacio para guardar utensilios, entre muchos factores...
Mi nueva cocina me ha abierto un nuevo abanico de posibilidades en cuanto a la preparación de alimentos, y esto me ha llevado a usar artefactos (a los cuales ya dedicaré otro post) nuevos y a buscar más opciones para comprar víveres.
Así es como fui al mercado de Coyoacán "por primera vez". Evidentemente había ido ya en muchas ocasiones en mi vida, acompañando a mi madre o a comprar alguna cháchara, pero nunca a comprar víveres para MI casa.
Me soprendió la habilidad que tienen los vendedores para hacer cuentas, lo moderno de sus básculas, y su naturalidad para halagar constantemente a las marchantas.
Disfruté muchísimo la delicia de tener tantas opciones a la mano, y al mismo tiempo me di cuenta que me falta mucho por aprender. Hasta para comprar en el mercado hay que saber cómo pedir las cosas. Eso es algo que no se estila en el súper. Ahora sé que un kilo de mangos son apenas tres, que frijol hay de varios tipos y que el arroz puede ser "chico" o "grande".
Supongo que cada visita será una nueva sorpresa, hasta que se vuelva algo cotidiano y quizás hasta fastidioso, pero nunca olvidaré mi primera vez...

viernes, 26 de marzo de 2010

Hombres trabajando


¡Dentro de mi casa! Les conté que me cambié, lo que no les dije es que la remodelación no estaba terminada aún. Y es que dicen que en estos casos hay un punto en el que, o te mudas, esté como esté la obra, o te puedes pasar años arreglando detallitos que nunca dejan de aparecer y jamás vivirás allí.
Cuando llegamos hace casi dos meses sólo faltaba que terminaran de poner el piso del garage, lo cual era menos desastroso que tener trabajadores DENTRO de la casa. Todo estaba relativamente bajo control, aunque eso implicaba tener material y cascajo en la banqueta y en el recibidor.
Cuando parecía que ya casi, que de una vez por todas se terminaría el polvo, el ruido, etc... se tapó la tubería de un baño y hubo que romper el piso del mismo. Como el material era antiguo, ya no se consigue. Para que no quedara un parche horroroso, había que cambiar el recubrimiento de toda la superficie del suelo. Y ya que estábamos en esas, ¿por qué no poner una tina nueva?
Error. Espero que nunca tengan que romper en sus casas la estructura de una vieja tina. Los martillazos eran tales que una lámpara del antecomedor (que está justo debajo de dicho baño) se desprendió y el techo alrededor de la misma empezó a desmoronarse. Sobre la mesa en la cual trabajo llovían piedritas. Llegué a pensar en usar casco para proteger la integridad de mi persona, pero por suerte no hubo que llegar a tales extremos.
Hoy estamos a un par de días de acabar (¡por fin!) con todo esto, y espero ya no tener ruido, polvo y gente ajena a mi familia en mi casa por un buen tiempo. O hasta que algo más se descomponga...

martes, 23 de marzo de 2010

Educando a Raquel





Una casa implica mucho más trabajo que un departamento. Si bien antes todo marchaba bien en mi pisito con el apoyo de Margarita un par de veces a la semana, en la casa nueva de inmediato se hizo necesario alguien que estuviera ahí todo el tiempo para hacer aquello (que es mucho) que yo no puedo hacer.
Hay quien cree que tener servicio doméstico de planta equivale a poder irse todo el día al salón de belleza o al gimnasio. Sin embargo, cuando se es el chofer, comprador personal, trainer, cheff, valet, publirelacionista y prestadora de demás servicios de lujo de un "rockstar" de 2 años, la verdad es que queda poco tiempo para una. Si a eso le agregamos que es imposible partirse en dos para estar cuando viene el camión de la basura, los del agua embotellada, los del gas, bla, bla, bla, o que una o trabaja por las mañanas o se pone a medio limpiar toda la casa, entenderemos lo necesario que es un par de manos extra siempre cerca.
Por lo anterior llegó Raquel a ayudarme. Al principio le di instrucciones generales, pero con el paso de los días me di cuenta que su conceptos de "sacudir" o "acomodar algo" no son los mismos que los míos. Después de poco más de dos semanas de revisar su trabajo, he pasado por varios estados de ánimo: negación, ira, depresión. Ahora estoy en la de la negociación (o en este caso de capacitación), pues no quiero llegar a la resignación y tener que despedirla.
Así que ahora ando toda la mañana con productos de limpieza en mano enseñándole cómo se hacen las cosas en esta casa. Debo decir que es pesadísimo, pero quiero pensar que, si todo sale bien, en un par de semanas más no tendré que estar dando estos cursos intensivos y podré intentar (una vez más) tomar las riendas de mi vida.

jueves, 3 de diciembre de 2009

¿La Navidad llega a esta casa?



Ayer estuve en una casa en la que, literalmente, parece que explotó la Navidad. Sólo en el baño de visitas había QUINCE objetos alusivos a la época, incluído un aparato que cantaba mientras uno estuviera sentado en el retrete. Lo más extraño del asunto (sí, aún más extraño que esa máquina de tormento auditivo y psicológico) es que dicha residencia está en Cuernavaca. Entonces, mientras el sol brillaba afuera sobre el agua de la alberca, adentro resplandecían miles de luces artificiales. Aquí en la ciudad, mientras veo cada vez más decoraciones navideñas a través de las ventanas de los hogares ajenos, en la sala de mi casa bien podría ser abril o junio. Todavía estoy debatiéndome entre poner un árbol o no hacerlo. Todo el mundo argumentaría que con un niño de dos años, la tradición se impone. Sin embargo, tengo fuertes razones para dudar de la idea.
En primer lugar, no tengo espacio para un árbol de tamaño "normal". Entre el creciente número de objetos de mi pequeño y la adquisición de nuevos muebles para la casa, estamos más apretados que nunca. Eso me deja con la opción de un mini árbol, lo cual ya apliqué las últimas dos Navidades. Lo anterior no representaría demasiado problema si no fuera porque quiero que sea natural. No soporto los árboles artificiales.
En la víspera del nacimiento de mi hijo (la fecha tentativa de parto era el 24 de diciembre, pero por suerte se adelantó una semana), me encapriché con un divino arbolito hecho de ramas frescas. Era toda una obra de arte (y así me costó), y a la madrugada siguiente nos fuimos al hospital, regresando tres días después a encontrar un departamento que de verdad olía a Navidad y un arbolito completamente seco. El aroma de pino inunando el espacio que recibió a mi bebé justificó todo costo que se hubiera sentido excesivo, pero el arbolito lució bien sólo 4 días, 3 de los cuales no estuvimos para verlo.
El año pasado me llegó de regalo a la oficina un pinito en su maceta. Me pareció ideal para mi limitado espacio, y pensé que duraría mucho más que mi extravagancia del año anterior. Me equivocaba. La pobre plantita murió a menos de una semana de traerla a la casa, supongo que ya venían secas de origen.
Por todo lo anterior, este año no sé qué hacer. En verdad no quiero parecer apática, pero no hay ni dónde ponerlo, y por ningún motivo usaré un árbol artificial. No creo que esto marque de por vida a mi niño, que gozará de grandes árboles en casa de sus abuelos. Estoy pensando en hacer una instalación de luces en forma de árbol colgada en una pared... no lo sé todavía. Cualquier sugerencia será bien recibida.

viernes, 23 de octubre de 2009

La buena vecindad


La palabra vecindad suele asociarse a un lugar en donde las familias de clase baja habitaban los cuartos de una gran casa venida a menos. La convivencia de grupos de personas con costumbres tan variadas era tan estrecha, que vivir ahí resultaba por demás conflictivo. No en balde Roberto Gómez Bolaños tomó un escenario tal para recrear su exitosa comedia, "El chavo del ocho".

Cuando digo "vecindad" me refiero a la relación que se establece con los vecinos. Ésta puede ser muy complicada, trátese de una casona compartida, de un multifamiliar, de un edificio de departamentos, de casas dentro de exclusivos condominios, o de países. Estar pared con pared, codo con codo, o lo que es lo mismo, frontera con frontera, puede llegar a ser una pesadilla si el nexo no se trata con el suficiente cuidado.

Desde que salí de la casa paterna, en donde había un idilio comodísimo y respetuosísimo con los vecinos, en mi vida independiente había logrado librar los problemas con los residentes cercanos. Habiendo elegido siempre construcciones antiguas, las fiestas, gritos de cualquier índole o llantos de bebés nunca causaron conflictos ni de adentro hacia afuera, ni en sentido contrario. En la oficina en donde trabajaba, por la naturaleza de trabajo creativo que ahí se realiza, no había paredes ni cubículos... todo era un gran piso en el cual uno se enteraba inclusive de los problemas maritales o médicos de los compañeros. Tampoco ahí sufrí la proximidad de otros seres humanos.

Mis dolores de cabeza comenzaron cuando me mudé a la colonia Roma, en donde abundan los letreros de NO ESTACIONARSE, SE PONCHAN LLANTAS GRATIS y el originalísimo NO ESTACIONARSE NI UN MOMENTO, NI UN RATITO, NI UN SEGUNDO, ¡NO SEA NECIO!

Una vez, estando embarazada y con las hormonas desquiciadas, llegué a tener un serio problema con una chica. Por gracia del destino esa mujer desapareció de mi panorama, y el lugar frente a la puerta de mi garage quedó libre para que cualquiera se pusiera ahí mientras yo no esté fungiendo como "la loca de la ventana". Lo maravilloso fue que, a fuerza de estar preguntando de quién eran los vehículos obstructores, llegué a un acuerdo con la vecina de la casa contigua: ella puede hacer uso de ese espacio, siempre y cuando haya quien lo quite cuando yo tenga que entrar o salir.

Ya me sentía lo suficientemente afortunada con haber llegado a ese acuerdo y de haber encontrado a una persona respetuosa y consciente, cuando la semana pasada, la dueña del corsa negro con una estampa de Stereo Joya, me dio una grata sorpresa. Para corresponder a mi "permiso", me regaló unos deliciosos xoconostles para preparar agua. No sólo me pareció un gran detalle de su parte, sencillo y sincero, sino que me dio la oportunidad de probar algo que no conocía y que me pareció exquisito. Todavía no tengo la oportunidad de agradecerle lo suculento del obsequio. Vaya, ni siquiera sé el nombre de esta amable mujer, pero este post es para ella y para todo el que pratique la buena vecindad en cualquier ámbito. Creo que (y parafraseando el pensamiento de Benito Juárez como bien amerita este tema), todo es cuestión de no faltarnos al respeto y de ponerse un segundo en los zapatos del otro.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cuidando mi reputación


Ayer twittée: "Por fin un día tranquilo, tengo que trabajar pero al menos no tengo que manejar". Y una amiga me puso en evidencia frente a todos mis followers:

-"@Dada13 siempre se queja de tener que trabajar".

Me hizo reir mucho y sonrojar un poco. No sabía que responder para reivindicarme, pues nunca me había dado cuenta de que fuera un lamento recurrente. Entonces le respondí:

-"Es que ya no es tan divertido como antes ;)".

Y es cierto. Si he expresado incomodidad no es porque sea floja. Tampoco porque me moleste lo que hago ahora. Sin embargo, antes era mucho más sencillo y divertido. Horario, lugar y métodos conocidos. Todo estaba puesto para hacer el trabajo cómodamente. Un gran escritorio, un equipo, colaboradores, es decir, toda la infraestructura de una enorme empresa respaldándome. Ahora yo tengo que encontrarme el tiempo de trabajar (que generalmente es de 6,00 a.m. a la hora que despierte mi bebé-ya-casi-niño, en la hora de su siesta, y de las 9,oo p.m. que se duerme hasta donde mi pobre cuerpo aguante).

Ya no tengo compañeros de trabajo con los cuales comentar los últimos acontecimientos de cualquier tema, ni voy a eventos, ni tengo un escritorio. Mi lugar de tabajo en mi mesa del antecomedor, y mis salidas se limitan a ir a dejar recibos, para lo cual hay que dar mínimo 4 vueltas a la ciudad pues tengo que ir a dejar a mi niño a algún lado para que me lo cuiden en lo que yo visito corporativos.

Y a pesar de la letanía anterior, reitero que no me estoy quejando. A cambio estoy con mi niño todo el día, no tengo que sufrir las peores horas de tráfico, ni vivo con el temor de quedar atrapada en Santa Fe por alguna inundación o caos vial. Me alimento de comida casera (mucho más sana y rica que el del comedor de una empresa o de un restaurante) y he aprendido muchas artes hogareñas.

En fin, este post tampoco es para glorificar la vida freelancera. Sólo intentaba limpiar un poco mi reputación virtual, que de pronto se me olvida que es casi hasta más importante que la real.

viernes, 14 de agosto de 2009

Accesorofilia


Algo así se llamaría el amor hacia los accesorios de cocina. Hace tiempo que tengo un affaire con ellos. Estoy perdidamente enamorada de su estética, de su funcionalidad, de cómo hacen la ya gratificante tarea de cocinar aún más agradable. Desde que acompañaba a mi madre a comprarlos, recuerdo pasar mucho tiempo admirando esos cachivaches, sin saber bien a bien para qué servía cada cosa, pero estando segura que quería uno de cada uno en mi cocina algún día. Cuando empecé a vivir sola, lo primero que compré para mi "departamento de soltera" no fueron floreros, ni velas, ni cualquier otro objeto decorativo, sino unas lindas y prácticas tijeras que hasta la fecha están en el cajón que queda al lado de la estufa. Mi padre me dijo "Qué bien, ya tienes el aire para tus llantas". Recuerdo que ante su puntual comentario acepté lo absurdo de mi compra; pero hoy, 7 años después, esa herramienta sigue siendo utilísima en mi hogar. Ahora traigo una fijación con los contenedores de comida (mejor conocidos como tuppers) herméticos. Además de conservar muy bien los alimentos, hacen más fácil acomodar todo en el refrigerador y los hay para cualquier tipo de contenido. Lo malo es que al sacar la comida de su empaque, la fecha de caducidad se queda en el plástico, por lo que me encantaría encontrar etiquetas para escribirla en cada recipiente. Otro utensilio que me encanta son los clips para cerar bolsas, que además son magnéticos y se pueden tener a la mano pegados al refri. O la cuchara parisien que sirve para sacar perlas de fruta . Este último me resulta de lo más práctico y glamoroso: yo lo uso para preparar el melón, en lugar de cortar cubitos y tener que pelearme con su dura cáscara. Podría seguir con mi lista, pero no lo haré para que no me tachen de rara (más de lo que ya deben haber pensado que soy). Que quede hasta aquí mi homenaje a estos preciosos artefactos.

jueves, 13 de agosto de 2009

Cocinar es una gran terapia


He descubierto que algunas labores propias del hogar son muy terapéuticas. Picar verduras o planchar ropa me resultan actividades relajantes e introspectivas (claro, mientras no las tenga que hacer con prisa). Como plus hay un resultado tangente y gratificante (sobretodo en el caso de la cocina). Sin embargo, cuando se vuelve obligación, puede ser bastante desgastante. Recuerdo a mi madre lamentándose del hecho de TENER que pensar diario en qué hacer de comer, y me parece que es una queja común de muchas amas de casa... Con todo lo que hay que hacer de manera rutinaria, rara vez queda espacio para la creatividad. Además se agrega el factor hijos-quejándose-de-que-no-les-gusta-esto-o-el-otro. O que no quieren verduras. O que de plano no quieren comer. Yo todavía no tengo ese problema. Mi niño todavía se alimenta de cosas muy sencillas, y yo, en un espíritu práctico, como lo mismo que él, sólo un poco más condimentado o con picante. Es una buena opción porque además son platillos muy adecuados para mi dieta, pero ayer estaba un poco aburrida y me puse a buscar una opción para preparar algo distinto. Preparé esta receta y quedó buenísima. Algo diferente, rico y sin perder de vista lo light. Lo mejor es que fue sólo una probadita de todo lo que puedo encontrar en línea... Así que seguiré experimentando.

lunes, 3 de agosto de 2009

La felicidad del hogar




No es gratuito que se le haya apodado así a la ayuda doméstica. En verdad que las personas que nos apoyan en casa son una bendición. Como ya he comentado en otro momento, uno puede estar TODO el día lavando trastes, recogiendo tiliches, preparando alimentos, y el trabajo NUNCA estará terminado. Porque además de lo anterior, para que una casa esté limpia, hay que sacudir, trapear, limpiar baños, lavar ropa, etc, y (falta de experiencia aparte) ¿a qué hora se supone que lo hagamos si además queremos pasar tiempo con los niños y tenemos entregas laborales? Así que sin duda es una fortuna contar con ellas. La señora que me ayuda se llama Margarita y nunca deja de sorprenderme lo bien y lo rápido que hace las cosas. En 4 horas deja la casa prístina, y además es una persona de toda mi confianza, al grado que tiene llaves de la casa. El sábado faltó y cómo la extrañamos. Eso me inspiró a escribir este post, el cual le dedico a todas esas fantásticas mujeres como Margarita (y Berta en casa de mi papá) que hacen nuestra existencia menos compleja. En otros países, las asistentes del hogar cobran por hora y como profesionistas. Así que tengamos eso en cuenta al tratarlas y pagarles: tenemos mucha suerte de poder contar con ellas.

viernes, 31 de julio de 2009

Y el ejercicio, ¿a qué hora?


Mi nutrióloga fue muy clara al respecto- la actividad física es absolutamente indispensable para obtener los mejores resultados con el régimen alimenticio que me recomendó. La combustión de calorías considera el movimiento "normal" de una persona, y para bajar se requiere activarse aún más. Y cuando lo dijo pensé que lo que me recomendaba tenía mucho sentido, pero que yo, como buena ama-de-casa-trabajadora-mamá-de-un-bebé-que-ya-camina, tengo mucha más acción que la mayoría de la gente. Sin embargo no repliqué y me di a la tarea de ingeniarme una manera de hacer ejercicio aparte de salir a caminar al parque con mi niño en la carriola.
Inscribirme en un gimnasio es una opción que queda descartada por el momento, pues aún no tengo con quién dejar a mi hijo para poder ir. Para salir a correr por las mañanas, tendría que hacerlo demasiado temprano (para regresar y bañarme antes de que mi marido se vaya a trabajar), y eso implica partir cuando todavía está oscuro, lo cual no resulta muy seguro. Fue entonces que vi que un cereal regalaba unos DVD's con rutinas de ejercicio. Era perfecto. Haría la rutina en la comodidad de mi casa y antes de que mi niño despertara y bendito remedio. Pero cuál ha sido mi decepción cuando en 4 supermercados ya no encontré dicha promoción, claro indicador de que muchas mujeres están en mi situación. Estaba a punto de darme por vencida cuando una idea cruzó por mi mente. En la televisión deberían pasar programas de entrenamiento, sólo que yo nunca las había visto. Y sí, así es. Encontré uno que diariamente muestra cómo hacer pilates y otro de yoga, y están fabulosos. No es el gran esfuerzo físico ni mucho menos, pero es una buena práctica para el cuerpo y una gran manera de empezar el día. Lo difícil sigue siendo levantarse antes de que salga el sol, pero yo sigo poniendo diario el despertador a las 6,30 am. A veces lo logro, otras no, pero por lo menos lo estoy intentando...

lunes, 20 de julio de 2009

Al que madruga...


Le rinde más el tiempo y le va mejor en la vida. Podría sonar a contradicción, pues el sueño se asocia con los grandes placeres de la vida, pero es cierto: la gente que se levanta cuando sale el sol tiene una vida más plena. ¿Por qué? La respuesta es simple: porque dichas personas (dentro de las cuales todavía no me incluyo) completan más proyectos personales, andan con menos prisas y stress y, aunque no lo crean, descansan más y mejor durmiendo menos horas. Salir de la cama al amanecer es toda una estrategia de éxito.
Hace varios días que intento aplicarla a mi vida. Confieso con pesar que no lo he logrado y me parece básico para mi "nuevo" esquema de vida que incluye el ser mamá-freelancera-jefa de hogar. Nunca he sido de quedarme acostada hasta tarde, pero tampoco suelo dejar el lecho demasiado temprano si no tengo que ir a algún lado a primera hora. El problema es que, como "no tengo prisa", el sueño empieza a comerse mi día, despierta mi hijo, tardo más en completar mis entregas y en hacer las labores de la casa, cuando salgo me toca más tráfico, más gente por todos lados, y al final del día estoy más cansada. Espero que mañana sea el día, que a las 6,30 am que suene mi despertador, logre saltar directo a la regadera.

sábado, 11 de julio de 2009

Fotos y recuerdos


La difunta reina del Tex Mex, Selena, tenía una canción que se llamaba así. Hablaba de los "souvenirs" que le había dejado una relación amorosa fallida. Independientemente de la referencia musical, lo que es innegable es que las fotografías tienen una carga sentimental bárbara. Alguna vez alguien me dijo que no importa en dónde vivas, que tu casa es en donde estén las fotografías de toda tu vida. Me pareció una aseveración reveladoramente veradera. Lo que no me explico es por qué, si realmente son tan importantes para nosotros:
1) Desde que se inventó la cámara digital, nunca las imprimimos y
2) De toda la vida, es rara la persona que se da el tiempo de acomodarlas en álbums.
Ok, yo sé que hay muchas mujeres que inclusive hacen scrapbooks (práctica que me parece fascinante y absolutamente inadecuada para mi forma de ser), pero la mayoría de la gente tiene sus fotos en cajas. En mi caso, si he llegado a imprimir las más de MIL ( sin exagaración) fotografías de mi hijo (primer nieto de las dos familias), es gracias a que estos ejemplares enmarcados han resultado los mejores regalos para sus abuelos. No obstante las imágenes de muchos viajes, cumpleaños y demás eventos de los últimos cinco años siguen existiendo solamente en el disco duro de mi computadora. Me aterra pensar que un día desaparezcan sin dejar rastro, así que me tengo que apurar a imprimirlas (por lo menos las más importantes). Creo firmemente que no hay mejor herencia sentimental que una buena cantidad de evidencias visuales de lo que fue nuestra vida. Así que a trabajar en el mini legado...

viernes, 10 de julio de 2009

Manías


Todos tenemos pequeñas obsesiones, acciones absurdas que repetimos de manera cotidiana y continua. Morderese las uñas, jalarse un mechón de cabello, revisar los cubiertos en la mesa de un restaurante... Pero, ¿qué pasa cuando transportamos esas manías al ámbito casero? Se vuelven una pesadilla, un monstruo que nos aterroriza de manera constante. Detallitos que, de no ser resueltos, no nos dejan tranquilos. Yo tengo dos muy identificadas, y las dos tienen que ver con la cama. Uno: no soporto que esté destendida. Dos: no puedo ver ropa tirada encima de ella. Y no es que yo sea la más ordenada, ni mucho menos, pero de alguna manera me parece que entrar a una recámara y ver la cama hecha y despejada, es cumplir con un requisito mínimo del quehacer hogareño. Estoy consciente de que es una costumbre que me dejó arraigadísima mi madre, la cual no nos dejaba salir de la casa el fin de semana sin antes hacer nuestras camas. Me encantaría que no me molestara, que las sábanas revueltas sobre el colchón combinaran con los juguetes de mi hijo regados en el piso. Simplemente no puedo, en cuanto salgo de bañarme procedo a tender la cama invariablemente. Inclusive puedo dejar la tarja llena de trastes sin lavar, pero salir sin tender la cama, imposible. Supongo que por eso es una manía y que todos tenemos las nuestras. ¿O seré sólo yo?

lunes, 29 de junio de 2009

La loca de la ventana


Cuando era niña, recuerdo que mis primas hablaban de "la loca de la ventana". Nunca pregunté si en realidad estaba loca, pero me impresionaba mucho el sobrenombre que se había ganado la vecina de enfrente sin siquiera salir de su casa. Era una señora viejita que supongo que no salía nunca de su casa, no hablaba con nadie en todo el día, y que no tenía nada más que hacer que estar viendo hacia afuera cuidando que nadie se estacionara en su puerta. Traigo a colación esta anécdota pues hoy descubrí con horror que, desde que estoy todo el día en mi casa, me he transformado en La loca de la ventana. Exceptuando la edad, cubro todos los requisitos. Y es que, si no vivo pegada al vidrio para ver que nadie ponga su auto frente a la puerta de mi cochera, es muy probable que me bloqueen la salida todo el día. Ya cuando estuve de incapacidad tuve una experiencia muy desagradable con una tipa que se creía con el derecho de usar el lugar frente a mi estacionamiento simplemente por trabajar en la oficina de abajo, y que se molestaba mucho cuando le pedía que moviera su coche (si es que la encontraba, claro). Total que, aunque esté ocupada haciendo labores domésticas, traduciendo o escribiendo, tengo la manía de asomarme a la ventana cada 10-15 minutos. He de decir que mi obsesión ha tenido un resultado positivo. Aunque no he logrado que los vecinos dejen de aparcar sus automóviles frente a mi cochera, lo que sí he aprendido es de quién es cada auto. Así ya no tengo más que ir a tocar un timbre para que me dejen libre la salida. Pareciera una tontería, pero un asunto de este tipo mal llevado puede ocasionar serios problemas de convivencia. Salir temprano de casa, trabajar todo el día en la oficina, y regresar por la tarde/noche hace que seamos neófitos en esta cuestión de la relación con los vecinos. Es TODO un tema. Pero como cualquier otra asunto de relación interpersonal, para evitar problemas todo es cuestión de ser civilizados.

viernes, 19 de junio de 2009

Mi otro hijo.



Nunca les he contado, pero tengo otro hijo. De hecho fue el primero. Con él me entrené en la responsabilidad de cuidar a un ser vivo. Por él lloré tres días seguidos una vez que se perdió. Con él corrí al doctor (veterinario) cuando se enfermaba. Por él, mi departamento de soltera se convirtió en un hogar al que tenía que regresar, pues había un ser vivo que esperaba mi llegada (y claro, que le diera de comer). Se llama Mio, y gracias a él conozco la fascinante vida gatuna. Pero un día (y para su mala suerte) tuve un bebé, y de ser el consentido, pasó a ser el juguete de mi niño. Al final, me parece que no le disgusta nada que alguien le haya puesto atención otra vez desde que lo desplazaron de su trono de "rey de la casa".
Una mascota es un elemento importante en la vida de una persona. Como bien dicen aquí, no sólo es un animal de compañía; también es un amuleto de buena suerte. Esto se puede ver de muchas maneras, pero me parece que básicamente se refiere a lo sano que puede ser el desarrollo emocional que uno logra al llevar una relación con un animal doméstico. Inclusive existen terapias curativas que están basadas en el efecto positivo de ese tipo de vínculo afectivo. He de confesar que antes de Mio tuve mascotas con las que nunca logré tal rapport. Quizás sea un asunto de "química", como la que se da entre humanos. También dicen que los gatos escogen a su dueño. A lo mejor eso pasó, que para los animales anteriores no estaba yo en su destino como dueña. Sea por la razón que fuere, este gato sí que me hizo entender el idilio que tantas personas tienen con sus mascotas. Y ahora, como un miembro más de la familia que ya somos, también trae consigo problemas que hay que resolver, como que un gato callejero anda invadiendo sus territorios. Un round más que ganar en el mundo de batallas domésticas que libro día a día. Pero, si no estuviera la vida llena de estos "problemas", qué fácil y aburrido sería todo, ¿no?

miércoles, 17 de junio de 2009

Un día de 27 horas.


El tiempo no me rinde. Hay demasiadas cosas que hacer. Y pareciera que todo es igual de importante que lo demás. Siento que no me alcanza la vida más que para lo básico (y eso, si me apuro). Hacer esas cosas que uno tiene ganas de, pero que nunca puede, (como archivar papeles, ordenar cajones, imprimir fotos, etc.) es casi una utopía. Además, vivo eternamente con sueño. Pero esto no es nuevo. Cuando trabajaba en una oficina me sentía igual. Así que supongo que esta sensación no tiene que ver con el tipo de trabajo que se hace. Tomar vacaciones implica apurarse a resolver infinidad de asuntos, y regresar representa enfrentar miles de pendientes y complicaciones que se dieron a raíz de nuestra ausencia. ¿Quién no ha soñado en tener "vacaciones de las vacaciones"? Supongo que mucha gente, independientemente de las actividades que tenga que cumplir de sol a sol, comparte mi frustración. Por eso, propongo que la jornada se alargue a, por lo menos, 27 horas. De ese tiempo extra, yo emplearía dos terceras partes para dormir. La restante la usaría para avanzar poco a poco en las actividades "extracurriculares" que mencioné antes. Aunque tres horas suenan a muy poco. ¿Servirían de algo? Quizás de todas maneras me seguiría lamentando de que no hago todo lo que me gustaría; tampoco estaría suficientemente descansada... Entonces olvídenlo, dejemos todo como está. Pero eso sí: si ven una oportunidad de hacer algo fuera del programa rutinario, háganlo, ¡que es ahora o nunca! Ya lo dice bien el viejo y conocido refrán (por cierto,me encantan los dichos): "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". ¡Bendita sabiduría popular!

lunes, 15 de junio de 2009

¿A dónde van los calcetines?


Tengo una bolsa de calcetas "nones", las cuales guardo ahí con la esperanza de que llegue el día en que encuentre sus semejantes. Algunos logro reunirlos, otros se quedan impares para siempre. El problema es que rara vez guardo la ropa limpia sin que aparezca otro calcetín que perdió a su compañero. Y sé bien que mi casa no es el único lugar en donde esto pasa. Desde que era niña detecté el fenómeno; sucedía entonces que yo no organizaba el hogar y continúa ahora que llevo el orden de mi propio nidito. Tengo claro que el problema no es de mi familia, y que no es ningún tipo de mala organización por herencia genética, pues he comentado esta anormalidad con muchas personas. Como prueba fehaciente de que sucede en todos lados, tengo un muñeco que una conocida le regaló a mi hijo: el mono está hecho de puras medias que perdieron a su igual. La pregunta entonces es la que da título a este post. No pueden desaparecer en el aire, en algún paraje deben encontrarse. Jerry Seinfeld alguna vez dijo que los calcetines huyen porque odian su vida: "Su destino es cubir pies apestosos y estar en el cajón más aburrido de todos". El comediante planteaba que su paso por secadora era el momento que ellos aprovechan para escapar. Se quedan pegados en el cilindro de dicho electrodoméstico (es cierto, yo los he visto) y entonces, cuando creemos que ya tenemos toda nuestra ropa limpia, huyen. Ok, ya sabemos cómo pasa y no podríamos culparlos ante la perspectiva de semejante vida. Pero aún aceptando esa teoría, sigue la incógnita sin responder. ¿En dónde se meten? Como nadie ha logrado encontrar el escondite aún, yo les recomiendo fijarse bien cuando saquen la ropa de la lavadora o de la secadora. Así les damos menos oportunidades de escabullirse... Tener uno de estos secadores de calcetines también ayudaría. ¿No está genial?