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jueves, 5 de noviembre de 2009

El arte de saber soltar


Tengo puesto un vestido que compré aproximadamente hace unos 17 años. Es negro, corto, de algodón, sin mangas. Es algo parecido a aquello que los fashionistas llaman Little Black Dress. De varios LDB's que tengo, éste es el más sencillo y usable. En su momento lo compré para lucirlo en "la disco" (Dios mío, sí que soy vieja) cuando iba a la playa. Después de un par de temporadas primavera/verano de uso a finales de los 90, esta prenda pasó una larga etapa en el fondo del clóset. Hace menos de 5 años lo rescaté, portándolo sobre jeans. Hoy me lo encontré en la desesperación de no saber con qué complementar los leggings que se imponían al frío clima de estos días. Me sorprendió muchísimo el hecho de que todavía estuviera ahí.
Si bien durante toda mi época de "hija de familia" la falta de espacio nunca fue motivo para deshacerme de nada, eso cambió hace ya tiempo. La primera gran limpia ocurrió cuando empecé a vivir sola. Sin embargo, ahí todavía tenía todos los clósets del departamento para mí sola. Empecé a desechar periódicamente cuando tuve que compartir los colgadores y los cajones con mi pareja, pero la verdadera debacle de mi antes extensísimo guardarropa empieza con mi embarazo.
Para no hacer la historia larga, resumiré diciendo que todo lo que antes me gastaba en mí ahora va en un 90% para mi hijo (no sé qué hubiera pasado si hubiera tenido una niña), y que, por razones de espacio, ya se ha ido todo lo que se tenía que ir. Eso resulta en una colección de ropa que comprende únicamente lo que vale la pena tener.
Encontrar ese vestidito todavía en mi clóset me hizo pensar que me acerco a un sano equilibrio. No estoy acumulando trapos que nunca volveré a ponerme, pero tampoco estoy tirando sin sentido. El hallazgo de esa prenda me llevó a pensar que he aprendido a separar lo que me sirve de lo que ya nunca usaré. En pocas palabras, que es posible que esté comenzando a aprender "el arte de saber soltar". Y digo comenzando porque seguramente es una tarea de toda la vida. Siempre aparecerán cosas que nos hagan dudar, eventualmente lamentaremos haber regalado algo y nunca faltará ese objeto que guardamos únicamente por nostalgia de un recuerdo. Me parece que lo importante es no depositar la carga sentimental en un objeto, sino en la memoria de haberlo vivido. Es fácil decirlo pero no aplicarlo. Además próximamente me espera una exhaustiva revisión del clóset con motivo de una mudanza más. Ya les contaré de qué tanto pude aplicar mi aprendizaje en el arte de soltar...


miércoles, 21 de octubre de 2009

¿No tendrá los 3 pesitos?



El siguiente acto nunca ocurrió tal cual. Sin embargo, representa situaciones que se repiten cientos de veces al día en cualquier ciudad.

1 Interior. Supermercado - DÍA

Tras recorrer la fila única del establecimiento en tan pocos minutos que ni siquiera tuvo oportunidad de hojear una de las malas revistas que se encuentran entre los artículos de impulso, es el turno de nuestra protagonista para pagar. El dependiente pasa rápidamente por el escáner los productos a cobrar, y dice en voz alta el resultado cuenta:

CAJERO
- "Son 153 pesos."

Nuestra heroína saca un billete de 200 pesos de su cartera y lo extiende al empleado del supermercado, al tiempo que busca el boleto del estacionamiento para asegurarse que, esta vez, no se olvidará de sellarlo.

CAJERO
- "¿No tendrá los tres pesitos? Así le doy 50."

La consternación se nota el gesto de la mujer.

VOZ MUJER: OFF

-Sí los traigo, pero si se los doy, no me va a dar cambio para el "cerillo", para el "viene-viene" y para el estacionamiento...

MUJER
- "No, no traigo cambio".

El tendero lanza una mirada de sospecha que deja ver que no creyó la mentira de la señora que tiene enfrente, y con disgusto empieza a contar monedas...

CAJERO
- "Ash... ahí tiene, 47 de vuelto..."

¿Por qué nunca nadie tiene cambio? Mientras una se mueve en un ámbito "ejecutivo" (por llamarlo de alguna manera) pareciera que nunca hace falta. En los restaurantes, estacionamientos y hasta gasolineras se puede pagar con tarjeta. La propina se incluye ahí. Una sale y regresa a su casa sin necesidad de "morralla". No obstante, cuando se trata de andar en tienditas, comprando en puestos de mercados sobre ruedas, e inclusive en las grandes cadenas de supermercados, la necesidad de "suelto", se impone.

Recuerdo no entender por qué mi abuela y mi madre tenían monederos. Me parecía un accesorio por demás inútil y además, horrendo. No llegué a mis clásicos extremismos de jurarme a mí misma nunca usarlo, pero definitivamente no me veía cargando uno.

Bueno, pues les presento mi monedero. Está hecho de arillos de lata de refresco reciclados. Me lo regaló una ex-colaboradora que lo trajo de su país (Argentina). Es cool, hermoso y de lo más práctico. Ahora entiendo a mis ancestras... es tan necesario para alguien como yo, que a su uso se le podría aplicar un slogan de tarjeta de crédito: "No salga sin él". Otra vez: Gracias, Muriel.

viernes, 9 de octubre de 2009

Comprando con los ojos


Los norteamericanos tienen un término, window shopping, que se refiere a ir a los centros comerciales para comprar únicamente "con los ojos". Se hace para pasar el rato, planear una futura compra, o simplemente para fantasear. Nosotros los mexicanos no tenemos una expresión exacta para la misma actividad, pero la frase que sí nos tenemos bien aprendida es: "Gracias, sólo estoy viendo".

Últimamente la he aplicado MUCHAS veces. Si bien antes tenía la costumbre de consentirme un poquito con una prenda de vez en cuando, ahora ese privilegio se reserva a las ocasiones especiales como cumpleaños, día de las madres y Navidad. Y creo que mi contingencia (que debe ser la de miles de personas más) la deben estar sintiendo severamente en los establecimientos comerciales, pues hoy mientras hacía un poco de window shopping, noté más solícitas que nunca a las empleadas de las tiendas.

Ante tal perspectiva ha pasado por mi cabeza la idea de llevar varias prendas a arreglar (cosa que, por cierto, nunca he hecho) y estaba considerándolo seriamente cuando me encontré con una nota que aseguraba que la crisis nos estará afectando a la mayoría, pero que hay gremios que se ven especialmente favorecidos por la misma. Uno de ellos es el de los sastres. Lo anterior no me sorprendió en lo más mínimo, más bien me consoló un poco. No soy la única que está pensando en darle una segunda oportunidad a esas prendas al fondo del clóset.

Esto es una prueba más de que estas épocas, en lugar de sufrirlas, hay que aprovecharlas para explotar la creatividad. Algo seguro es que ninguna otra mujer lucirá el mismo atuendo que nosotras. ¿Así o más exclusivo el asunto?


miércoles, 8 de julio de 2009

Dime qué bolsa usas...


Y te diré qué estilo de vida tienes. Elegimos una bolsa por gusto, pero también de acuerdo a nuestras necesidades. Siempre me ha gustado usar grandes bolsos. Me encanta poder llevar ahí todo lo que necesito sin limitaciones de espacio, y lucen muchísimo (y para muestra, vean este de Marc Jacobs). Mi sueño es algún día tener una Birkin, de Hermés (porque al final de cuentas, soñar no cuesta nada). Lamentablemente, en este momento uno de mis accesorios favoritos ha sido sustituido con la pañalera de mi hijo, porque prácticamente a donde voy, él va conmigo. El problema es cuando llego a dejarlo en algún lado: me quedo sin bolsa. Eso me pasa por falta de costumbre y porque andar una carga extra large cuando ya de por si llevo una maletota, es un poco complicado. Traer la cartera en la mano no es buena opción, luego la voy dejando por ahí... Por eso he decidido empezar a usar de estas bolsas cruzadas u over-the-shoulder bags que no estorban y en la que cabe lo más necesario. Un bolso con pulsera o wristlets también es buena opción, pues aunque la suelte no la perdería... Las clutches de plano eliminadas de mis opciones, es prácticamente lo mismo que traer la cartera suelta.
Una tipo backpack también sería solución, pero esas de plano no me gustan, me siento como en flashback a la primaria...
Hombres: ¿ahora entienden por qué necesitamos tantas?