miércoles, 1 de julio de 2009

Mi ropa de flaca


Si hay algo que me anima a no romper la dieta, es pensar en los jeans "de flaca" que me esperan en el fondo del clóset. No sólo poder lucir ESOS, sino también otros pantalones y blusas sin que se me salga la llantita por aquí y por allá, es mi meta. Yo creo que todas tenemos dividido nuestro ajuar en "ropa de gorda" y "ropa de flaca". Alguna vez estando en mi peso ideal, y harta de jugar al sube y baja con la báscula, regalé todas las prendas grandes jurando nunca volver a subir de peso.
JA.
Resultó muy mala idea, pues por supuesto que volví a engordar y no hay nada más deprimente que ir de compras porque con la ropa que tienes ya no te sientes cómoda. Además adquirir vestimenta que sabemos no corresponde a nuestra talla idónea, se siente como una humillación pero también como un desperdicio de dinero, pues la idea es dejar de usarla pronto (al menos en teoría)... El caso es que yo ya llevo un par de años usando sólo "ropa de gorda". Apenas había logrado bajar varios (ocho) kilos y empezaba a resurtir mi guardarropa cuando me enteré que iba a ser mamá. Entonces llegó a mi vida la estigmatizada ropa de embarazo (que la verdad no es tan mala, yo creo que sólo hay que usar la imaginación). Cuando por fin pasaron los nueve meses y dejé atrás 15 de los 20 kilos que subí, regresé a mis trapos de talla grande y ahora, año y medio después de haber dado a luz, ya me cansé de ellos.
Espero redescubrir muchos atuendos con los que me sentía cómoda, y es que a veces pasa tanto tiempo para volver a usarlos que hasta se nos olvida que estaban ahí. Pero de esos jeans, no me olvido... ¡son mi motivación!

lunes, 29 de junio de 2009

La loca de la ventana


Cuando era niña, recuerdo que mis primas hablaban de "la loca de la ventana". Nunca pregunté si en realidad estaba loca, pero me impresionaba mucho el sobrenombre que se había ganado la vecina de enfrente sin siquiera salir de su casa. Era una señora viejita que supongo que no salía nunca de su casa, no hablaba con nadie en todo el día, y que no tenía nada más que hacer que estar viendo hacia afuera cuidando que nadie se estacionara en su puerta. Traigo a colación esta anécdota pues hoy descubrí con horror que, desde que estoy todo el día en mi casa, me he transformado en La loca de la ventana. Exceptuando la edad, cubro todos los requisitos. Y es que, si no vivo pegada al vidrio para ver que nadie ponga su auto frente a la puerta de mi cochera, es muy probable que me bloqueen la salida todo el día. Ya cuando estuve de incapacidad tuve una experiencia muy desagradable con una tipa que se creía con el derecho de usar el lugar frente a mi estacionamiento simplemente por trabajar en la oficina de abajo, y que se molestaba mucho cuando le pedía que moviera su coche (si es que la encontraba, claro). Total que, aunque esté ocupada haciendo labores domésticas, traduciendo o escribiendo, tengo la manía de asomarme a la ventana cada 10-15 minutos. He de decir que mi obsesión ha tenido un resultado positivo. Aunque no he logrado que los vecinos dejen de aparcar sus automóviles frente a mi cochera, lo que sí he aprendido es de quién es cada auto. Así ya no tengo más que ir a tocar un timbre para que me dejen libre la salida. Pareciera una tontería, pero un asunto de este tipo mal llevado puede ocasionar serios problemas de convivencia. Salir temprano de casa, trabajar todo el día en la oficina, y regresar por la tarde/noche hace que seamos neófitos en esta cuestión de la relación con los vecinos. Es TODO un tema. Pero como cualquier otra asunto de relación interpersonal, para evitar problemas todo es cuestión de ser civilizados.

sábado, 27 de junio de 2009

Ahora sí, estoy a dieta


Ayer empecé a ir con una nutrióloga. Ya una vez lo hice así, y se puede decir que "aprendí a comer", pero por más que yo sepa qué está permitido y qué no, yo sola no me porto bien. No sé si será la pena de que me pese alguien más y no haber bajado. Quizás también es el "dolor de bolsillo" por pagar y no ver resultados, pero la verdad es que sólo así me funciona.
Y no estoy lamentándome por haberme comprometido a empezar un régimen alimenticio, la verdad es que estoy emocionada. Creo que el haber ido a la primera consulta es ya un GRAN primer paso, porque la verdad es que no es fácil decidirse. Además el plan que me mandó me parece amable, me permite comer más de un par de carbohidratos al día y nueces y semillas varias como colación (además de las zanahorias, que son un poco aburridas). Eso me pareció de lo más interesante, porque es una dieta que nunca he probado pero además es personalizada, pues antes me realizaron una calorimetría. Es una prueba un poco incómoda porque te ponen una pinza en la nariz (no duele, pero sí es un poco angustiante), para respirar por la boca en un tubo de plástico. Así miden el metabolismo de una persona, y determinan cuántas calorías necesita en su dieta para bajar de peso. También con ese procedimiento pueden saber qué cantidad de carbohidratos, grasas y proteínas requiere una persona en su dieta diara.
En fin, ya les contaré cómo me va con mi dieta, la meta son 6 kilos, si se pudieran 7 sería fabuloso... pero ya me dijo la dra. que el último sería dificilísimo... ya veremos.Por lo pronto, lo primero que tengo prohibidísimo es comerme las sobras de mi hijo. Parece increíble, pero eso podría ser un factor altamente responsable de mis kilitos de más. Bueno, claro, eso y la falta de ejercicio constante, pero también ya estoy trabajando en eso. Aunque sea repartidos durante el día, haré de 30 a 40 minutos de actividad física. Sigo reportando...

miércoles, 24 de junio de 2009

Ayer no me bañé


No fue porque no quisiera, sino porque se descompuso mi calentador. Y sin agua caliente, simplemente no puedo. Es algo mayor a mis fuerzas. Bueno, lo haría si no me quedara opción, pero ayer no tenía que ir a ningún lado, así que no expuse a nadie a mi sacrilegio.
Cuando vivía sola, varias veces me olvidé de pagar el gas, y antes de ir a la oficina tuve que tomar regaderazos gélidos. De esos que uno tirita hasta 10 minutos después de cerrarle a la llave. Creo que es desde ahí que empezó mi fobia a las duchas con agua helada. Porque no es simplemente que no esté caliente. No. Si no pasa por el "boiler", el agua sale como si fuera de hielo derretido y es una tortura digna de la Inquisición.
El simple hecho de pensarlo hace que me den ganas de llorar. Pero esta vez, gracias a que no tenía que salir de casa, me salvé. Todo empezó el lunes, cuando me metí a bañar. El agua no salió precisamente fría, pero tampoco caliente. A mi marido le tocó ya francamente glacial. (Qué bueno que siempre me baño antes que él, jeje). Como no podía ser falta de gas, pues nuestro calentador es eléctrico, revisamos el mismo y nos dimos cuenta que la clavija se había quemado. Llamamos al conserje, el cual vino a las ONCE DE LA NOCHE y dijo que necesitaba una pieza para repararlo, por lo cual tendría que regresar al día siguiente. Pero como por supuesto nunca tuvo la intención de venir a las 7 de la mañana, mi esposo se tuvo que bañar "a jicarazos" y yo de plano me abstuve, con la esperanza de que podría usar la regadera en cuanto arreglaran el aparato. Sin embargo, el confiable pero trasnochado conserje regresó veinticuatro horas después de su primera visita. Y fue por eso que ayer tuve que prescindir de mi chapuzón diario. Mi hijo no sufrió el desperfecto en absoluto. Como su tinita se llena con poca agua, fue fácil calentarla en la estufa.
Bueno, pues ahí está, la confesión. Creí que me costaría más trabajo, pero al menos ya dejé claro que no fue por elección... A cualquiera le puede pasar, ¿no?

lunes, 22 de junio de 2009

LUNES


Tengo clarísimo que a nadie le simpatiza el lunes. Yo lo desprecio con toda mi alma. Nos quita la ilusión de ser libres que nos da el fin de semana. Nos recuerda que tenemos responsabilidades ineludibles. Hace que regresemos al estrés de la vida cotidiana. Lo curioso es que sé que hay a quien le molesta más el martes que el lunes. Argumentan que el lunes por lo menos tiene fresco el recuerdo de la diversión, del descanso, pero que ya en el segundo día de la semana, ese aroma de libre albedrío está muy lejos hacia atrás y hacia adelante. Yo creo que el martes por lo menos ya llevamos un pequeño tramo recorrido de la tortura que representa la semana laboral. Este tema es un típico caso de "vaso medio lleno o vaso medio vacío". Supongo que entonces los que prefieren el martes son personas que tienden al pesimismo. En cuanto al miércoles, no hay discusión, es el grato recordatorio de que ya vamos a la mitad. El jueves es el nuevo viernes, y de este, ya lo dijo Lucerito, amerita agradecerle a Dios que haya llegado. El sábado es por unanimidad el día preferido de cualquiera, y el domingo, aunque en esencia podría ser un día igual de disfrutable que el sábado, está opacado por la sombra de el implacable lunes. En fin, para casi todo el mundo, el lunes representa el inicio de la semana. Pero resulta que en portugués el lunes se llama "Segunda"... Los días en portugués van como sigue: Segunda, terça, quarta, quinta, sexta, sábado e domingo... ¿Se dan cuenta? ¡No hay "Primera"! ¡Me parece muy inteligente, si no se menciona el inicio de la semana, es casi como si no existiera. O como si se iniciara en domingo, entonces en lugar de estar desperdiciando el último día de descanso en lamentarse que hay que volver a empezar. Crear una ilusión lingüistica de que ya se hubiera iniciado la semana, con el plus de que todavía no hay que ir a trabajar. Creo que de hecho esa es la idea también en la semana litúrgica de la tradición cristiana, lo malo es que se nos olvida. Por eso la palabrita ayuda... De ahora en adelante, para hacerlo más agradable, llamemos Segunda al lunes.


viernes, 19 de junio de 2009

Mi otro hijo.



Nunca les he contado, pero tengo otro hijo. De hecho fue el primero. Con él me entrené en la responsabilidad de cuidar a un ser vivo. Por él lloré tres días seguidos una vez que se perdió. Con él corrí al doctor (veterinario) cuando se enfermaba. Por él, mi departamento de soltera se convirtió en un hogar al que tenía que regresar, pues había un ser vivo que esperaba mi llegada (y claro, que le diera de comer). Se llama Mio, y gracias a él conozco la fascinante vida gatuna. Pero un día (y para su mala suerte) tuve un bebé, y de ser el consentido, pasó a ser el juguete de mi niño. Al final, me parece que no le disgusta nada que alguien le haya puesto atención otra vez desde que lo desplazaron de su trono de "rey de la casa".
Una mascota es un elemento importante en la vida de una persona. Como bien dicen aquí, no sólo es un animal de compañía; también es un amuleto de buena suerte. Esto se puede ver de muchas maneras, pero me parece que básicamente se refiere a lo sano que puede ser el desarrollo emocional que uno logra al llevar una relación con un animal doméstico. Inclusive existen terapias curativas que están basadas en el efecto positivo de ese tipo de vínculo afectivo. He de confesar que antes de Mio tuve mascotas con las que nunca logré tal rapport. Quizás sea un asunto de "química", como la que se da entre humanos. También dicen que los gatos escogen a su dueño. A lo mejor eso pasó, que para los animales anteriores no estaba yo en su destino como dueña. Sea por la razón que fuere, este gato sí que me hizo entender el idilio que tantas personas tienen con sus mascotas. Y ahora, como un miembro más de la familia que ya somos, también trae consigo problemas que hay que resolver, como que un gato callejero anda invadiendo sus territorios. Un round más que ganar en el mundo de batallas domésticas que libro día a día. Pero, si no estuviera la vida llena de estos "problemas", qué fácil y aburrido sería todo, ¿no?

miércoles, 17 de junio de 2009

Un día de 27 horas.


El tiempo no me rinde. Hay demasiadas cosas que hacer. Y pareciera que todo es igual de importante que lo demás. Siento que no me alcanza la vida más que para lo básico (y eso, si me apuro). Hacer esas cosas que uno tiene ganas de, pero que nunca puede, (como archivar papeles, ordenar cajones, imprimir fotos, etc.) es casi una utopía. Además, vivo eternamente con sueño. Pero esto no es nuevo. Cuando trabajaba en una oficina me sentía igual. Así que supongo que esta sensación no tiene que ver con el tipo de trabajo que se hace. Tomar vacaciones implica apurarse a resolver infinidad de asuntos, y regresar representa enfrentar miles de pendientes y complicaciones que se dieron a raíz de nuestra ausencia. ¿Quién no ha soñado en tener "vacaciones de las vacaciones"? Supongo que mucha gente, independientemente de las actividades que tenga que cumplir de sol a sol, comparte mi frustración. Por eso, propongo que la jornada se alargue a, por lo menos, 27 horas. De ese tiempo extra, yo emplearía dos terceras partes para dormir. La restante la usaría para avanzar poco a poco en las actividades "extracurriculares" que mencioné antes. Aunque tres horas suenan a muy poco. ¿Servirían de algo? Quizás de todas maneras me seguiría lamentando de que no hago todo lo que me gustaría; tampoco estaría suficientemente descansada... Entonces olvídenlo, dejemos todo como está. Pero eso sí: si ven una oportunidad de hacer algo fuera del programa rutinario, háganlo, ¡que es ahora o nunca! Ya lo dice bien el viejo y conocido refrán (por cierto,me encantan los dichos): "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy". ¡Bendita sabiduría popular!